La economía dominicana se mueve a tal ritmo que en algunos bolsillos o en algunos sectores deben de estar sintiéndose su impacto.

Lo dijo ayer el gobernador del Banco Central, Héctor Valdez Albizu, en una rueda de prensa en la que dio detalles del desempeño en abril.

A esta hora todos sabemos que las cifras son excepcionales, así que no vamos a detenernos en unos datos que deben de estar desmenuzados en las secciones especializadas de la prensa y las comunicaciones.

El día antes de que esta información fuera del dominio público, el presidente Luis Abinader había anunciado desde Barahona el fortalecimiento de las restricciones de la movilidad, el comercio y las diversiones en el Gran Santo Domingo, como una fórmula para llevar a un deseable nivel el contagio por coronavirus vía el control social.

Puestos ambos anuncios uno al lado del otro, cualquier persona sensata debe de estar en condiciones de preguntarse si no habrá una manera de hacerle entender a esa parte de la población responsable del notable dinamismo del área geográfica de referencia, que no es posible tanta libertad al precio del colapso del sistema de atenciones médicas.

La vuelta a la normalidad de los días previos a la pandemia es imposible con el nivel de cobertura del plan de vacunación contra el covid.

Las ganas de una parte de la población de actuar en libertad y de divertirse según su mejor parecer puede estar en la base del desempeño económico que tiene entusiasmada a la autoridad monetaria, pero hay que ser razonable, la vida puede terminar mañana, pero el mundo no.

Tantas veces ha sido dicho por la autoridad sanitaria que es imprudente el abandono de las previsiones recomendadas contra el coronavirus, que repetirlas parece un sin sentido.

De todos modos, acá van las indispensables: usar mascarilla en el trato con otros y en espacios cerrados, mantener la distancia con otras personas, lavarse las manos o desinfectarlas con alcohol, evitar aglomeraciones y teteos.
La economía va muy bien, pero los rebrotes no.