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Don Quijote en Santo Domingo: una airosa aventura de Rafael Peralta Romero

*Por Avelino Stanley

Antes, cuando todavía se recibían cartas por el correo ordinario, algunos sobres les llegaban a uno con un letrerito que decía “entrega especial”. La verdad, recibir un sobre así, daba como una alegría particular. Eso mismo se siente al recibir esta publicación de Rafael Peralta Romero. Será, tal vez, porque el nombre del autor viene en un cintillo que tiene resaltado el color. Se trata de un cuento único; y esa sola pieza constituye un libro que trae por título De los sucesos gustosos que vivió don Quijote en Santo Domingo.

Solo con la lectura del libro uno se da cuenta de que esa percepción de “entrega especial” es por la aventura de tener a don Quijote en Santo Domingo. Aventura única en su punto de partida y múltiple en sus logros. El primer acierto de esa multiplicidad fue llevar a don Quijote fuera de la región de La Mancha, su hábitat natural. Es algo que se siente como un peluche de oso panda en medio del caluroso clima del Caribe. Sin importar la temperatura todos quieren ese oso panda; sobre todo los niños. Así mismo sucede con don Quijote en la isla, todos pasaron a quererlo.

El primer logro de don Quijote, según se extrae de lo planteado por Peralta Romero, fue mirar fijamente a una mujer y atraer la ilusión de ella. Y de inmediato, ella, Lorenza Sierra, lo sacó a él del primer entuerto. Y valla qué confusión la que tenía don Quijote, que salió para La Española y lo desembarcaron en Santo Domingo. Fue Lorenza quien, en el buen dominicano que se estaba forjando en los criollos de la colonia, le aclaró lo que sucedía. “Eso de la tal Española es una fantasía, olvídese de eso, nada se llama así”.

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