Democracia retada

La insuficiencia democrática genera deslegitimación de las instituciones y crisis de gobernabilidad, como ha sucedido en varios países del continente en las últimas décadas.
Nuestro déficit de cohesión social, una expresión de insuficiencia democrática, antes que aminorar se profundiza.
estado y seguimos actuando dentro de un modelo de crecimiento y de gobernabilidad que no ha resuelto la exclusión ni la privación de derechos.
La desigualdad social está en la base de los problemas de cohesión.
Este déficit está dando pie a diversos problemas de gobernabilidad: por una parte incremento acelerado de la criminalidad, y por la otra, emergencia de nuevos movimientos sociales que demandan cumplimiento y garantía de derechos sociales de grupos muy vulnerables de la población.
El modelo de gobernabilidad, durante décadas de democracia insuficiente, ha asentado su legitimación electoral y de gobierno, en gran medida, en el clientelismo y la corrupción en la administración de recursos públicos. También en la cooptación de los que inicialmente han sido adversarios o disidentes.
Mientras, por el lado positivo se ha sumado al efecto benéfico del crecimiento económico sostenido y la estabilidad macroeconómica, que ha compensado, por lo menos en estamentos de los sectores medios, los efectos de políticas sociales deficientes.
El modelo, sin embargo es muy vulnerable y presenta riesgos que son sometidos a retos. Uno de ellos proviene desde una cultura política altamente comprometida con este mismo modelo: actores de oposición recurren a la exaltación demagógica y al reto populista contra la democracia para obtener ventajas electorales.
El reto demagógico no aporta soluciones, sólo exalta las exigencias y los apetitos y promete lo que no piensa cumplir. El mejor modo de enfrentarlo es proponiendo y explicando políticas públicas coherentes y adecuadas, generando participación y compromiso. El populismo no se enfrenta con más populismo si se pretende cambiar hacia lo mejor.
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