Corea compra 54 % de su petróleo a países árabes como Saudiarabia, Kuwait, Iraq y Qatar.
Tradicionalmente, contratistas coreanos han construido sus más importantes obras de infraestructura, tales como carreteras, puertos y refinerías.
Cumplir con los objetivos de desarrollo sostenible para el 2030 tiene a los países árabes seriamente comprometidos con la diversificación de sus economías.
Para ello construyen ciudades inteligentes, con museos, centros financieros y parques tecnológicos, de la mano de importantes empresas coreanas.
Con agua potable desalinizada y servicios de saneamiento.
Y con servicios públicos de acceso universal que garanticen la igualdad de oportunidades.
Tanto Corea como los países árabes confrontan amenazas externas similares.
La pandemia deprimió sus mercados y redujo los flujos de transporte.
La guerra de Ucrania perturbó los mercados de alimentos, encareciendo el precio de las importaciones para todos.
La nueva guerra fría replantea las alianzas tradicionales, ahora que China es su principal cliente y los EE. UU. decidieron priorizar la seguridad económica.
Desde antes de la pandemia se sabía que la era de los hidrocarburos llegaría, tarde o temprano, a su fin.
Descarbonizar la economía es inevitable para contener y eventualmente revertir los efectos del cambio climático.
Por ello, usar la riqueza de hoy para construir la economía del mañana es la mejor respuesta, ante un futuro sin petróleo ni gas natural.
Así, tanto Corea como los países árabes invierten en fuentes alternativas de energía para la generación eléctrica y los transportes.
Resiliente ante boicots comerciales y pandemias internacionales.
Y capaz de defenderse por sí sola, con o sin apoyo de actores externos.
El trabajo pendiente plantea múltiples oportunidades de colaboración que ya se encuentran preliminarmente en ejecución.
Como la construcción de centrales nucleares coreanas en los Emiratos y en Egipto.
Como la instalación de fábricas de hidrógeno en Saudiarabia, para uso doméstico en celdas de energía y para su exportación a otros países.
Como la adopción generalizada de tecnologías agrícolas coreanas para el cultivo de alimentos en invernaderos en países con clima desértico.
Como las múltiples plantas de desalinización instaladas o en proceso de instalación.
Y como los crecientes suministros coreanos de defensa.
Para Corea, ejercer su nuevo rol como Estado pivote global (“global pivotal state” o GPS) en los países árabes tiene una importancia estratégica primordial.
Le permitirá estrechar sus relaciones con una región de alto poder adquisitivo que demanda sus productos y servicios y que le suministra combustibles convencionales.
Que necesita, además, de sus tecnologías civiles y militares para diversificar sus economías.
Y que tiene necesidades de seguridad económica aún más agudas que las suyas, por ser una región importadora neta de alimentos que depende todavía en proporción mayoritaria de los hidrocarburos.
Para los países árabes, hacer esta transición de la mano de Corea es trabajar con un país carente de ambiciones geopolíticas.
Que ya formuló y ejecutó políticas públicas para gestionar los cambios sociales, motivados por el crecimiento de una población joven y mejor educada y por ello más individual y menos tribal.
(Gracias al Arab-Korea Society por invitarme al Foro Jeju sobre la Paz del 15.9.2022).