Cleptocracia digital

Cleptocracia digital

Cleptocracia digital

José Mármol

Insisto, no soy un tecnófobo. Creo que la revolución tecnológica y el apogeo del medio digital, como elementos básicos de la nueva cultura online, nos han facilitado enormemente la vida cotidiana y han impulsado avances significativos en las ciencias.

El cibermundo es una dimensión, previamente inimaginable, cuya existencia, aun sea virtual, pero con efectos fácticos, sería impensable sin las transformaciones tecnológicas, sin Internet y sin las redes sociales, últimas que han provocado una degradación extrema en la intención primaria de conectar personas, de hacer el mundo más cognoscible y libre, de mantener a la población informada y de preservar los cimientos de la verdad por encima de la utilidad en la convivencia planetaria.

Procuro despertar en los ciudadanos del siglo XXI preocupaciones de nuestro entorno y su futuro, especialmente, aquellas vinculadas a las ciberadicciones y a la farsa que la espectacular hegemonía de los gigantes tecnológicos, a los que el filósofo de la tecnología Jaron Lanier (2018) llama INCORDIO, nos quieren vender como única forma de vida.

El problema no radica ni en los artefactos (hardware) ni en los programas (softwares) per se; tampoco en Interntet.

El verdadero problema estriba en la secuenciación algorítmica y las redes sociales, cuya finalidad no es otra que modificar la conducta de los individuos, para manipularla inmisericordemente y hacer de los ciudadanos, antes que seres autónomos y con facultad para la libre elección y la autodeterminación, meros integrantes de un rebaño; o como aprendimos de las novelas distópicas del siglo XX, seres autómatas o zombis controlados por desconocidos a los que ni siquiera es posible investigar.

Peor aun, cada vez que utilizamos las redes sociales, les estamos dando a los gigantes tecnológicos la oportunidad de que exploren nuestra intimidad como sujetos, lo que convierten en mecanismo de sutil expoliación, manipulación, robo de nuestra subjetividad y nuestro libre albedrío.

Esas grandes empresas basadas en la captación y uso perverso de macrodatos se han convertido en una minoría enriquecida hasta el tuétano, que ha reducido la humanidad a experimentos de naturaleza conductista y de consumo, para asentarse como una impune cleptocracia.

Lanier fue el creador del concepto de realidad virtual. Respiró los aires de Silicon Valley. Es un verdadero pionero de la innovación informática y digital, pero, al mismo tiempo, ha devenido uno de sus principales cuestionadores. Tampoco es un tecnófobo.

Por el contrario, un singular conocedor y un profundo crítico. Trabaja como asesor para Microsoft y ha sido reconocido como una de las 100 personalidades más influyentes en los ámbitos cultural, tecnológico, filosófico y científico por The New York Times, Foreing Policy y Prospect.

En su libro manifiesto “Contra el rebaño digital” (2011), este pensador, artista e inconformista hace una clara advertencia acerca del monstruo publicitario y espiritualmente depredador en que devendría, por el derrotero que tomó, el medio digital. Su mayor preocupación es la persona en su integridad, porque lo más relevante de la tecnología radica en su capacidad para cambiar a los individuos, modificar su voluntad.

Se preocupa, en este ensayo, por los estratos digitales que ahora asentamos con la idea de beneficiar a las futuras generaciones.

Apuesta, de manera optimista, a que la civilización sobrevivirá a la loca carrera tecnológica que signa el presente siglo, y considera que debemos esforzarnos en la creación del mejor mundo posible para nuestros herederos.

Su denuncia de los propósitos oscuros del totalitarismo cibernético prefigura un drástico efecto negativo en la base ética que sustenta la espiritualidad, la moralidad y la dinámica de los negocios.

La cleptocracia digital se apoya en cómo manipular, de forma subrepticia, el abuso anónimo del “troll” sobre la conducta del individuo inocente. ¡Hay que resistir!



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