Ciclos del pueblo dominicano desde su génesis… 9

Ciclos del pueblo dominicano desde su génesis… 9

Ciclos del pueblo dominicano desde su génesis… 9

Miguel Febles

En cada ciclo el pueblo dominicano ha sido diferente. Entre 1795 y 1844 vivió cargado de sentimientos encontrados, unas veces era español, otras era francés, haitiano y hasta dominicano.

En la separación y hasta que la República fue yugulada quiso ser libre y soberano frente a Haití, pero a la hora de serlo ante las grandes potencias hubo entre el pueblo y sus caudillos una barrera deactitudes diferentes. A partir de la Restauración las pruebas de acierto y error se generalizaron hasta un nuevo encontronazo del carácter nacional con la geopolítica.

La designación de ciclo tiene el sentido de volver a empezar, de reiniciación. Es, en algún sentido, diferente de la idea de período, a la que Pedro Mir le dedica una disquisición categórica en su obra Definición de Período en la Historia Dominicana. En este tercer ciclo, el de volver a la independencia, el pueblo dominicano se encontró con una tarea nueva: aprender la responsabilidad.

La incapacidad para las tareas de gobierno reflotó a Báez, al que sólo la muerte lo apartó de la política. Y un día surgió Ulises Heureaux —Lilís— que, salido del entorno de Gregorio Luperón, uno de los generales de la guerra restauradora y líder del denominado Partido Azul, demostró su afinidad personal con los genes de la política dominicana inaugurada con la República y en la que Báez fue el más eficiente practicante.

La dictadura de Lilís se extendió de 1887 a 1899. Murió baleado en Moca un día 26 de julio cuando empezaba la tarde y su muerte abrió un nuevo capítulo de la política al estilo de los restauradores hasta 1906, cuando se afincó en el gobierno Ramón Cáceres —Mon—, el matador de Lilís que a su vez caería baleado el 19 de noviembre de 1911 en el Camino de Güibia, hecho que sumió al pueblo dominicano en un tercer episodio de la política al estilo restaurador al que le puso fin la intervención militar del gobierno de los Estados Unidos, que al no conseguir la colaboración de los líderes de la política a la dominicana con una figura presidencial, formalizaron la muerte de la soberanía con la proclama del capitán Harry Shepard Knapp, el 29 de noviembre de 1916.

Era la tercera imposición de un poder foráneo. La primera arraigó por la imposibilidad de rechazar la invasión haitiana de 1822, la segunda por la limitación de Santana en la confrontación con de la realidad nacional y en negarse a la competencia política, y la tercera por la incapacidad de los líderes dominicanos para entender que el Estado no es sólo el aparato represivo al servicio del poder, sino también persona jurídica sujeto de obligaciones.

En el año 1916 murió la soberanía; sobrevivió la República. Había sido cerrado otro ciclo de la vida nacional, esta vez bajo el peso de una ocupación extranjera de ocho años, la segunda más extensa desde la declaración de independencia de 1821.



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