Caso de Cuba alerta sobre fracaso de sanciones como presión
LA HABANA.-En una drástica maniobra de presión, Estados Unidos implementó hace seis décadas un embargo económico contra Cuba. El objetivo de Washington era asfixiar la economía de la isla y derrocar al gobierno socialista. Pero no tuvo el efecto deseado.
Cuando a los cubanos se les acabaron los repuestos para reparar los autobuses los montaron sobre enormes acoplados y crearon los “camellos», al no poder importar medicamentos desarrollaron su industria farmacéutica y tras desaparecer el bistec de sus mesas lo reemplazaron por cáscaras de toronjas empanadas. Y el modelo político siguió en pie.
Para muchos expertos décadas de sanciones de Estados Unidos -como las ahora impuestas a Venezuela- son un ejemplo de que, lejos de cumplir el objetivo de desestabilizar a un gobierno, dañan a la población y generan resiliencia.
“Diría que la experiencia cubana no nos da muchas esperanzas de `éxito’ en Venezuela, que si el objetivo es usar sanciones económicas para provocar un cambio de régimen, eso no ha sucedido en Cuba en más de seis décadas, todo lo que hace es lastimar a los ciudadanos comunes», señaló a The Associated Press Renata Keller, historiadora especializada en América Latina de la Universidad de Nevada, Reno.

Pero en sentido contrario a la lección histórica, el presidente estadounidense Donald Trump endureció su política hacia Cuba revirtiendo las flexibilidades y los intentos de normalización de las relaciones bilaterales de su predecesor Barack Obama.
Impuesto en febrero de 1962, el embargo estadounidense tuvo dos momentos dramáticos: cuando tras el triunfo de la revolución la isla dependiente por completo del mercado estadounidense se vio sola y en la década del 90 con el fin de la Unión Soviética -su mayor aliado-, lo que provocó una caída del Producto Interno Bruto del 34% entre 1989 y 1993.
En aquellos años las calles estaban desiertas, se producían apagones de 12 horas, los refrigeradores lucían vacíos y muchos cubanos recuerdan no haber tenido siquiera zapatos. El país perdió gran parte de su capacidad productiva, sufrió la falta de crédito y los bancos internacionales se cuidaron para evitar la imposición de multas por parte de Estados Unidos.
La consecuencia no fue la esperada caída del gobierno del entonces presidente Fidel Castro o su sucesor Raúl Castro, ni un cambio en el modelo político tras la toma de posesión de Miguel Díaz-Canel.
Por el contrario, la reacción mayoritaria de la población ha sido siempre la de culpar a Estados Unidos por cada falencia en la isla. “¿Qué hace un proceso de sanciones?», se preguntó el exdiplomático y analista cubano Carlos Alzugaray durante una entrevista con AP.
“Pues radicaliza a la sociedad… Para bien porque la gente resiste, para mal porque tiene una repercusión interna: mientras estás bloqueado hay una tendencia a no permitir la disidencia».

Cuba recibió manifestaciones de apoyo desde el exterior al tiempo que mantuvo sus proyectos sociales. A partir del nuevo siglo reorientó su economía del azúcar hacia los servicios y el turismo, consiguiendo nuevos socios como Venezuela, China, Rusia y Canadá.
El embargo “claramente ha dañado la economía… con tanta severidad que el gobierno cubano realmente quiere que termine», expresó a la AP Geoff Thale, un experto de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA, por sus siglas en inglés) y para quien esto quedó demostrado en el acercamiento entre Raúl Castro y Obama.
Ambos mandatarios normalizaron las relaciones diplomáticas, firmaron unos 22 acuerdos de cooperación y la isla recibió miles de visitantes estadounidenses.
Sin embargo, las multas a las empresas que se atrevían a negociar con Cuba se mantuvieron y La Habana denunció que entre abril de 2017 y marzo de 2018 el embargo le costó 4.300 millones de dólares, una gran cifra para una economía pequeña como la cubana.
Aunque Díaz-Canel reconoció que muchas de las deficiencias son producto de malas políticas domésticas, la impronta del embargo sigue vigente y las empresas extranjeras suelen desafiarla.
“No podemos convertirnos en esclavos para que no haya embargo», dijo a AP Juan González, director de la empresa estatal Cubaron que recientemente firmó un acuerdo con el gigante británico Diageo para producir y exportar ron “Santiago» en un reto a las advertencias de Trump.
“Es bueno que el mundo prospere. ¿Por qué no Cuba? Chiquito, no le hace daño a nadie, trata de ayudar», indicó González. “A mí me parece que es una gran injusticia el bloqueo».
Pero los partidarios de las sanciones a Venezuela confían en las sanciones como herramienta para derrocar a los gobiernos considerados hostiles.
