Bajo la tormenta

Bajo la tormenta

Bajo la tormenta

Ana Blanco

Con la tormenta casi llegando había decidido no salir, pero al final tuve que hacerlo porque justo faltaba algo que necesitaba. Fui a un comercio, llovía mucho, pero me puse mi chubasquero.

Cuando salí, se acercó un señor que rondaría los 70 años y era el seguridad del local. Amablemente se ofreció a acompañarme, le dije, ‘no se preocupe no se moje por mí, la que decidí salir fui yo’. Me contestó, que no era molestia, todo lo contrario.

Caminamos juntos, le pregunté cuándo se iba para su casa y me respondió: ‘yo me quedo aquí hasta que esto pase’. Y la verdad que me sentí abrumada, pensando en un hombre de su edad teniendo un trabajo en el cual no puede ir a su casa frente a un evento como este.

Pero, luego vi su sonrisa, su amabilidad y me puse a pensar que no podemos juzgar en función de lo que nosotros pensamos. Quizá es el sostén de su familia, quizá está feliz porque tiene un trabajo que le permite una vida digna. Que para mí no es justo, es verdad, pero quién me da a mi el derecho a juzgarlo.

Y es algo que tendemos a hacer mucho, nos cruzamos con gente y no sabemos su realidad, lo que pasa en su vida, ni el por qué de las cosas. Pero siempre tenemos una opinión que la mayoría de las veces viene dada por nuestra propia posición o forma de vida.

Me alejé viendo a aquel señor corriendo a ayudar a otra persona y agradecí por él, pedí que estuviera bien en estos momentos y que la vida le diera mucha salud y muchas cosas buenas.
Me di cuenta que, al final, eso es lo más maravilloso, desear a la gente que le vaya bien bajo la tormenta.