La ambivalencia y el absolutismo son tan dañinos como sería la Justicia si al momento de dictar sentencia se quita la venda para favorecer intereses espúreos.
Una y otra cosa han sido nefastas, por los daños directos y colaterales que históricamente han dejado a su paso en el desarrollo de cualquier sociedad.
No se puede evaluar objetivamente una situación si se hace sobre ambas premisas.
Si se adopta la primera se coloca el análisis en la categoría de lo irresponsable, pero también se puede caer en el extremismo.
En el deporte dominicano el absolutismo, esas verdades que los dirigentes dictan como leyes científicas, es, y al parecer seguirán siendo, uno de los factores más negativos para el desarrollo integral de esa actividad.
Desde hace algún tiempo los decretos han desaparecido, pero se ha venido adoptando en unos casos la ambivalencia y en otros el absolutismo.
Ambas corrientes deben desaparecer de una vez por todas y adoptar aquella que más sea aplicable en el mayor espectro posible.
Quienes normalmente siguen esta columna pensarán que trato este tema con cierto misterio, diplomacia y tinta suave, pero la realidad es que para aquellos que manejan el deporte está suficientemente claro.
Hay que mejorar la visión con que se está manejando el deporte.
Se debe hacer una reingeniería total, para dejar atrás definitivamente la ambivalencia y el absolutismo, una especie de dictadura que mantiene atados todos los cimientos de una sociedad que todavía no ha sido capaz de aplicar como debe ser los correctivos a sus problemas.