A principios del siglo XX, los avances en física nuclear despertaron interés en la comunidad científica por explorar las aplicaciones de los isótopos radioactivos en diversos campos preguntándose: ¿El yodo puede hacerse radioactivo? A lo que un mes después la respuesta fue “sí”.
Jorge Luis López Defilló, médico nuclear de los Centros de Diagnóstico y Medicina Avanzada y de Conferencias Médicas y Telemedicina (Cedimat), comenta que la respuesta afirmativa impulsó un programa de investigación y probar diferentes isótopos de yodo para tratar pacientes con hipertiroidismo, lo que en 1946 culminó con publicaciones en el Journal of the American Medical Association (JAMA) mostrando el éxito del yodo-131 (I-131) en el tratamiento del hipertiroidismo, marcando el nacimiento de la medicina nuclear.
Desde entonces la yodoterapia sigue siendo un estándar en el tratamiento de enfermedades tiroideas.
La tiroides desempeña un papel crucial en la regulación del metabolismo al sintetizar hormonas tiroideas, utilizando la mayor parte del yodo inorgánico que consumimos.
Antes de los avances científicos, las patologías tiroideas benignas se trataban con yodo inorgánico no radiactivo. Sin embargo, estas dosis eran inconsistentes y no ofrecían una solución permanente.
El especialista plantea que la introducción del yodo radiactivo, específicamente el isótopo I-131, ha revolucionado el tratamiento de enfermedades tiroideas, como el hipertiroidismo y el cáncer de tiroides, proporcionando soluciones más permanentes y efectivas.
Radioterapia metabólica
Explica que la radioterapia metabólica con I-131 ofrece un método preciso para “aturdir” la glándula tiroides al entregar dosis controladas de radiación.
Este tratamiento es rutinario para condiciones como la enfermedad de Graves, la enfermedad de Plummer y los nódulos autónomos. Aunque existe una posibilidad de hipotiroidismo posterior, este se gestiona fácilmente con hormonas tiroideas, lo que representa un menor riesgo que el hipertiroidismo.
En el tratamiento del cáncer de tiroides, especialmente de los tipos papilar y folicular, el I-131 complementa la cirugía inicial al eliminar restos de tejido tiroideo.
Este enfoque asegura la ablación completa del tejido tiroideo residual, mejorando resultados en tratamiento y reduciendo el riesgo de recurrencia.
López asegura que la yodoterapia sigue siendo una herramienta esencial y eficaz en la gestión de patologías tiroideas, destacándose por su seguridad y coste-efectividad.
Yodo-131
El yodo-131 ha transformado el tratamiento y diagnóstico del cáncer de tiroides (específicamente los cánceres diferenciados), gracias a sus propiedades teragnósticas únicas. Precisa que el cáncer de tiroides puede tener muchos subtipos, los más frecuentes (papilar y folicular) provienen de las células tiroideas normales y por ende, tienen los mecanismos necesarios como la tiroides normal para captar y procesar el yodo.
En estos casos, el propósito general de la terapia es lograr la ablación o destrucción de todo el tejido tiroideo normal, esto se logra inicialmente con la cirugía y de manera subsecuente con el yodo, que limpia los restos que queden en el cuello.
El galeno detalla que este isótopo emite dos tipos de radiación que permiten simultáneamente tratar y visualizar enfermedades en el cuerpo, ya que una es para el tratamiento y otra para el diagnóstico.
Como trazador híbrido, el I-131 no sólo localiza metástasis tiroideas, sino que también las trata, ofreciendo una solución integrada y eficiente.
Desde su descubrimiento, se ha convertido esencial para el manejo de estas patologías, proporcionando una alternativa fisiológica y económica sin precedentes en la medicina nuclear.
Desmitificando el miedo
López Defilló destaca que es importante desmitificar el miedo a las radiaciones ionizantes inherente a todos como seres humanos.
Es cierto que este tipo tiene efectos secundarios en el tejido biológico, pero dichos efectos indeseables ocurren dependiendo de su uso.
Con más de un siglo de estudio en física nuclear, se ha aprendido que es controlable y la probabilidad de efectos secundarios ocurre de acuerdo a la dosis de radiación y al tiempo de exposición a la fuente radioactiva. Como dice el axioma: “Todo en exceso hace daño”, hasta el agua.
Ciertamente no es lo mismo ser víctima de un accidente nuclear descontrolado, como el ocurrido en Chernobyl en 1986, a recibir una dosis calculada y controlada de radiación por parte de un cuerpo de profesionales de la salud para tratar una enfermedad, expresa el especialista.
Como una espada de doble filo, la misma sustancia que es beneficiosa para nuestra salud, puede ser nociva. El término clave en este aspecto es “toxicidad” y como se ha podido aprender en el tiempo a controlarla, puntualiza.
En más de 75 años de experiencia clínica utilizando yodo radioactivo en medicina, se ha comprendido con certeza que una dosis ablativa de I-131 para tratar un cáncer de tiroides no afecta la fertilidad del paciente, ni aumenta el riesgo relativo de padecer ninguna enfermedad a largo plazo.
Los efectos secundarios inherentes a la radiación sólo se ven en pacientes de mala evolución, con múltiples dosis acumuladas de radioyodo, representando menos del 5 % de los casos.
Y en el caso de los pacientes con hipertiroidismo es todavía más mínimo, ya que la dosis de radiación que se utiliza para tratar los hipertiroidismos primarios es en magnitud de 10-15 veces menor que la utilizada para tratar el cáncer.
Avance muy importante
El descubrimiento del yodo radioactivo es uno de los avances más importantes en la medicina del último siglo, junto con el desarrollo de las vacunas y antibióticos.
Es completamente fisiológico, costo efectivo y seguro. Recordemos que en manos capaces, es sinónimo de salud, no debemos tenerle miedo y va a continuar con nosotros por el futuro previsible.
La medicina nuclear ha seguido en continua evolución a través de la investigación científica para proveer soluciones a los problemas de salud del humano.