Es curioso como siempre he defendido que el silencio es muchas veces la mejor opción. Por otro lado, me he dado cuenta de que me arrepiento más de las cosas que no he dicho que de las que he dicho.
Parece una incongruencia, pero todo va tomando sentido en función de las circunstancias y las decisiones que tomamos.
Si aquello que vas a decir te va a traer más problemas que soluciones, definitivamente es mejor no decirlo. Ahora, si hacerlo te da paz, no te quedes con la cuenta pendiente.
No hay nada que cueste soltar más que aquellas palabras que quisiste decir y no lo hiciste, ya sea por prudencia, miedo, para evitar un enfrentamiento o cualquier otra razón.
Se quedan atragantadas y son difíciles de soltar. Van dando vueltas en tu cabeza y ves mil escenarios de lo que hubiera podido pasar si lo hubieras dicho. Pero todo queda en posibilidades, en suposiciones y a veces toman una dimensión intensa de pendientes que nunca se acaba de cerrar.
Creo, en definitiva, que es mejor decir lo que uno siente y piensa, sin importar que el resultado no sea el esperado.
Eso es algo que solo sabrás si lo haces, sino se quedará en el tintero de tu mente y nunca sabrás qué podía haber pasado.
Defiendo el diálogo como la mejor herramienta que tenemos los seres humanos. Y la comunicación como la forma de crecer, enriquecernos y transmitir a los demás aquello que pasa por nuestro corazón y nuestra mente. Es la mejor vía para conectar.
Si el que está enfrente reacciona de manera diferente a la que esperamos, no importa.
Es parte del mismo proceso, pero eso te hará crecer. Quedarte callado solo te estancará y de dejará pensando: ¿Y si lo hubiera dicho?