La ONU acaba de enterarse de que en México hay desapariciones forzosas, además de crímenes y torturas e impunidad y que esa es la realidad en ese país norteamericano desde hace muchísimos años.
Menos mal; nunca es tarde.
El Comité contra la Desaparición Forzada de la ONU denunció hace unas horas que las desapariciones forzadas en México son generalizadas y la mayoría quedan impunes. “Cuántas hay- dijo un vocero del referido comité- no lo sabemos porque el Estado no ha proporcionado la cifra, pero sabemos que son muchas, demasiadas”.
El vocero resaltó que las denuncias no son recientes y que se remontan a varios años atrás. “Es por eso que hablamos de impunidad, Porque es un problema de años y el Estado no ha hecho suficiente para resolver”, sentenció.
Por cierto que los casos de desapariciones, crímenes y torturas en México vienen desde décadas atrás, aunque las Naciones Unidas recién ahora se hayan percatado de ello.
Vienen de épocas anteriores, de cuando el hoy gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI) era una especie de“ partido único”.
De la época en que el régimen mexicano era calificado de “ izquierdista para afuera y fascista para adentro”.
En esos años México era el lugar de exilio de todos los perseguidos de izquierda y de la oposición del continente, al mismo tiempo que, internamente, arrasaba con opositores e izquierdistas propios .
Y la ONU no se enteró, lo que no es muy extraño por cuanto en esos tiempos tampoco condenó al general Rafael Videla – la Unión Sovietica y la Cuba fidelista se ocuparon de vetar cualquier condena a la dictadura militar de Argentina- ni tampoco los exiliados en México de entonces.
Los mismos exiliados que al volver a sus respectivos países fueron los principales revisionistas en la materia, los mayores defensores de los DDHH y reclamantes de “ verdad y justicia”, pero que nada vieron en México.
En fin, se trata de la misma ceguera parcial o ese particular enfoque de mirar a los tuertos de perfil cuando son progresistas, de izquierda, socios o amigos que te acogen, de la que se padece en Brasil o que padeció especialmente Luiz Inacio Lula Da Silva durante su gobierno.
Y en este caso por una razón muy sencilla, aunque diferente a la de Mexico: en Brasil las FFAA juegan un papel decisivo; se mantienen ahí, firmes y vigilantes y en nada han perdido su poder como ocurrió en Argentina y Uruguay y en cierta medida en Chile.
Por eso Lula se aguantó “ mirando para otro lado”, no sea cosa de enojar a los militares, y cuando se mencionaba a desaparecidos o asesinados, él solo se atrevía a decir que en todo caso fueron “ héroes”. Pero nunca víctimas, pues de ser así tendrían que haber buscado a los “victimarios”; esto es: a los torturadores y a los asesinos.
Hay que reconocerle a DilmaRousseff que en su gestión se ha avanzado mucho para llegar a la verdad en esa materia, aunque parecería que se frenará ahí.
A lo sumo podría avanzarse hacía la verdad y la paz, la verdad y la reconciliación, pero no a la verdad y la justicia, como se reclama y exige en otros lados.
Como dicen los militares brasileños, después de aquellos años hubo una amnistía, la que contempló a todos: a los militares y los guerrilleros, entre ellos Dilma.
De cualquier forma es bueno que, aunque tarde, la ONU utilice una misma vara para medir casos iguales. Y tampoco es mala la salida de la “ verdad y paz“ y “ verdad y reconciliación”.
Sin perjuicio del legítimo derecho de quienes reclaman y exigen justicia para con sus muertos, eso implica una traba para llegar a esa tan necesaria verdad sobre todo lo que paso.
Es un hecho que para muchos ayudar a llegar a la verdad pasa a ser una forma de inculparse y se resisten. Mientras que otros, con razón o sin ella, creen que no se está hablando de “ verdad y justicia”, sino de verdad y venganza.
La verdad no se puede esquivar. Es un paso indefectible para llegar a la paz definitiva y a la reconciliación y éstas no son una mala meta: pueden ayudar mucho a “ un nunca más“ mirando hacia adelante.