Vivimos en una sociedad en la que, cada vez más, un porcentaje muy grande de la población, si no la mayoría de los hogares, se están ahogando en deudas.
Somos prisioneros de los bancos. Nos hemos convertido en una sociedad atrapada en la «creditocracia», un sistema en el que la ciudadanía tiene que pedir dinero prestado para satisfacer sus necesidades básicas.
Un mundo en el que las casas de bolsa, los fondos de cobertura, las firmas de capital privado y todas las demás entidades del sistema bancario se han convertido en herramientas de acumulación de capital para sus propietarios, clientes y accionistas.
A fin de cuentas, «lo que hace la deuda es redistribuir la riqueza hacia arriba y restringir la democracia hacia abajo», dice Andrew Ross, catedrático de Análisis Social y Cultural de la Universidad de Nueva York.
Estas son las ideas centrales del libro «Creditocracia y las razones para no tener deudas».
El sociólogo y autor de más una decena de ensayos argumenta que el negocio de estas entidades es obtener la mayor cantidad posible de beneficio manteniendo a todos los demás endeudados, durante el mayor tiempo posible.
Es lo que él llama la «trampa de la deuda».
«Una creditocracia surge cuando el costo de los bienes, sin importar cuán básico sea, tiene que ser financiado con deuda, y cuando el endeudamiento se convierte en la condición previa no solo para las mejoras materiales en la calidad de vida, sino también para cubrir las necesidades básicas», explica Ross.
«Para los trabajadores pobres, este tipo de endeudamiento obligatorio es muy común y ha sobrevivido siglos. Bajo el feudalismo, la contratación o la esclavitud».
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En las páginas de su libro repasa las implicaciones del endeudamiento masivo para cualquier democracia.
Como cuando los gobiernos de Italia y Grecia, tras la crisis financiera mundial de 2008 tuvieron que recortar el gasto público masivamente –dañando a sus ciudadanos-«para satisfacer a los acreedores extranjeros alemanes, franceses, suizos y holandeses», en una decisión que avivó el debate de dónde empieza y dónde acaba la soberanía de un estado.
En esta entrevista con BBC Mundo, el investigador estadounidense Andrew Ross advierte de los peligros de la deuda, de vivir constantemente del crédito y aporta soluciones para escapar de este nuevo modelo de «servidumbre».
¿Qué significa el término creditocracia que da título a uno de sus últimos libros?
Vivimos en una sociedad en la que, cada vez más, un porcentaje muy grande de la población, si no la mayoría de los hogares, se están ahogando en deudas.
En la mayoría de los países industrializados, especialmente en EE. UU., los préstamos destinados a la vivienda, a los automóviles, las deudas estudiantiles o para el transporte se han disparado.
Nos hemos convertido en una sociedad en la que la clase acreedora es dominante y obtiene la mayor parte de sus ingresos y beneficios de los préstamos y donde la ciudadanía en muchos países nunca podrá pagar sus deudas.
El 77% de los hogares estadounidenses están seriamente endeudados. Los principales bancos son más grandes y rentables que antes de la crisis de 2008, y los legisladores son prácticamente impotentes para someterlos.
A todo esto hay que sumar que a los acreedoresno les interesa que la gente pague sus deudas.
¿Por qué?
Mientras estés endeudado, los acreedores pueden ganar dinero contigo.
Si pagas todo por completo, entonces no les sirves de nada. Ya no eres una fuente de ingresos para ellos.
Así que en una creditocracia, el objetivo es mantenerte endeudado durante el mayor tiempo posible, de muchas maneras hasta el día de tu muerte y más allá si es posible.
Este es un tipo de sociedad en la que la reestructuración capitalista ha significado que la mayoría delas ganancias para las empresas llegan gracias a las actividades financieras, como los préstamos.
Y el tipo de sociedad industrializada en la que solíamos vivir, donde las ganancias se obtenían de la producción, ha dado paso a este nuevo tipo de economía.
¿Es una sociedad enganchada a la deuda?
Cada vez más, todos los bienes públicos o sociales a los que estábamos acostumbrados a poder acceder de manera asequible ahora tienen que ser financiados con deuda.
Por lo tanto, hay que solicitar préstamos para acceder a estos bienes esenciales, que necesitamos para vivir.
Entonces, ¿estamos hablando de viajes para vacaciones, iPhones o estamos hablando de cosas más básicas?
Bueno, para los hogares que viven al límite, en realidad estamos hablando de facturas básicas para el sustento, que muchas personas pagan con sus tarjetas de crédito.
Esta es una parte importante de la deuda de los hogares.
Y hay muchos hogares ahogados que nunca llegan a cancelar sus cuentas mensuales.
Renuevan el principal, pagan recargos por mora o pagan multas.
Y al hacerlo, se convierten en lo que se conoce en la industria como «revólveres».
Son los clientes favoritos: los que no pueden llegar a fin de mes pero que pagan el mínimo mensual junto con multas o recargos por pagos atrasados.
Esto garantiza a los bancos un flujo constante de ingresos.
Sus ganancias dependen de mantenernos endeudados.
En su libro cita los «bancos de la pobreza». ¿Qué son?
Son el tipo de prestamistas que se benefician de los pobres.
Déjame darte un ejemplo.
Si sales de prisión, eres muy pobre. No tienes puntaje crediticio. Pero necesitas comprar un carro para encontrar un trabajo.
Siempre encontrarás a alguien dispuesto a venderte un automóvil muy caro con un préstamo abusivo.
Y las entidades saben que no podrás cumplir con el pago, pero se beneficiarán de tu incapacidad para hacerlo.
De hecho, si te encuentras en esa situación en Estados Unidos es más fácil comprar un automóvil caro que encontrar un apartamento para alquilar.
¿Cuáles son las implicaciones del endeudamiento masivo?
Por un lado tenemos las implicaciones cotidianas para muchas personas que viven al límite. Pero también hay algunas consecuencias a gran escala para la democracia.
Hay muy pocos países que han podido mejorar su relación deuda/PIB desde la crisis financiera, lo que significa que para los políticos al mando la prioridad es asegurarse de que estas deudas se paguen.
Y si los presupuestos estatales están en problemas, deben priorizar ese pago a los acreedores extranjeros y deben hacerlo por encima de las necesidades de la ciudadanía.
Esto hace que, en efecto, los políticos están actuando básicamente como cobradores de deudas en nombre de los bancos extranjeros.
Esto solía pasar en el hemisferio sur, pero después de la crisis financiera, la llamada «trampa de la deuda» migró hacia el norte.
Hemos visto todo tipo de países entre los ricos caer en la misma trampa donde básicamente, es el poder de los acreedores extranjeros el que impulsa las decisiones del gobierno.
¿Cómo el problema de la deuda ha provocado «democracias fallidas» en todo el mundo?
Esto ha ocurrido muchas veces en la historia. Y creo que ya no estamos hablando solo de países más pobres.
Esto también pasa entre países muy ricos.
Lo vimos tras la crisis financiera mundial con Italia y con Grecia.
Sus gobiernos tuvieron que recortar el gasto público masivamente -dañando a sus ciudadanos- para satisfacer a los acreedores extranjeros.
¿Cómo ha llegado la sociedad a esta situación?
Hemos asistido a una reestructuración del capitalismo.
Básicamente, es un capitalismo que ya no obtiene sus beneficios de la producción.
Obtiene la mayor parte de sus ganancias e ingresos de los préstamos y de la actividad financiera.
Los beneficios del sistema financiero son mucho mayores que los de la producción de bienes.
¿Estamos hablando de una nueva forma de esclavitud?
Yo no usaría el término esclavitud porque tiene ciertas connotaciones especialmente en este país.
Estos acreedores externos tienen un poder sobre ti que puede ser similar a la esclavitud, pero eso es solo un analogía.
No usaría el término esclavitud pero si es una servidumbre.
¿Y es la gente realmente consciente de esta servidumbre?
Creo que la gente es plenamente consciente de ello.
Sin embargo, hay un sentido muy profundo en nuestra cultura de que siempre tienes que pagar tus deudas.
Parece que sin no pagas, algo horrible te sucederá.
Hay una fuerte corriente subyacente de moralidad asociada a no pagar tus deudas.
Esta debe ser una de las prioridades del ser humano responsable.
Pero si miramos al sector financiero, encontramos organizaciones, entidades y empresas que no pagan sus deudas.
Las personas ricas y las instituciones son rescatadas por sus amigos o por los políticos. No sufren las mismas consecuencias que el resto de nosotros.
Así que hay un doble estándar allí.
La moralidad sólo funciona en una dirección.
Los ricos piden préstamos para ganar más dinero.
El resto de nosotros tomamos préstamos para sobrevivir.
¿Por eso dice en su libro que cuando un gobierno no puede proteger a su gente de los daños infligidos por los extractores de rentas, entonces la negativa a pagar es un acto de desobediencia civil?
Si su gobierno no puede proteger a sus ciudadanos del daño, entonces estás viviendo en una democracia fallida.
Y hemos visto una serie de movimientos sociales que se han levantado en contra de eso en muchos países, especialmente en América Latina.
Y esos son momentos en los que están perfectamente justificados porque los gobiernos no los están protegiendo.
La primera prioridad de un gobierno es proteger a la ciudadanía y si no puede, entonces los ciudadanos tienen que tomar el asunto en sus propias manos.
Pero el dolor por no cumplir con los pagos al Fondo Monetario Internacional será interminable.
Los países que deciden no hacerlo o no pueden, pierden acceso a los mercados internacionales, su reputación y su rating queda dañado…
Por supuesto. Es algo arriesgado que los países lo hagan por su cuenta, al igual que es arriesgado para las personas porque sus calificaciones crediticias se ven afectadas.
Y por eso en el movimiento del que soy parte -Debt Collective Union- promovemos la desobediencia colectiva, no la desobediencia individual.
Como un individuo, si vas a un banco o a tu acreedor, siempre están dispuestos a renegociar contigo de forma individual, pero no negociarán contigo de forma colectiva.
Esto también ocurre a nivel de la deuda nacional.
Si quieres renegociar una deuda con el Club de París, solo te verá individualmente.
Si te juntas con otras naciones no te atenderán.
Si un grupo de naciones en la misma trágica circunstancia se uniera y actuara en conjunto, entonces sería más poderoso.
¿Cómo podemos escapar de esta rueda de crédito?
A corto plazo, promovemos, como decía, la acción colectiva.
Las personas que actúan juntas tienen mucho más poder en una economía financiarizada que los individuos.
Si le debes un millón de dólares al banco, entonces estás en problemas.
Pero si le debes al banco colectivamente, si le debes al banco US$100 millones, entonces eres dueño del banco.
¿Crees que es posible que los bancos y las entidades financieras tengan demasiado poder en este momento que es imposible controlar eso?
Bueno, definitivamente tienen demasiado poder y la regulación es parte de eso.
Estos no son dos temas separados: tienen mucho poder por que no están regulados.
Creo que, en última instancia, estamos más interesados en empoderar a la gente común y a la gente común para que actúe por sí mismos en lugar de depender de los políticos para que hagan todo el trabajo.