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Una política estatal de lectura

*Por Yanela Zapata

Quisiera que en República Dominicana hubiese una “lectoepidemia”. Me refiero a que el hábito de lectura se propague de la misma forma en que en República Dominicana se propagan con rapidez enfermedades infectocontagiosas. ¿Por qué?, porque en el contexto actual sería una epidemia que seguro nos beneficiaría.

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La UNESCO reveló en 2014 que la proporción de estudiantes de primaria que obtienen las capacidades básicas de lectura es de menos de 80% en nuestro país. En países como Argentina, Chile, Cuba y México es de 95%. Considerando las debilidades de las estadísticas nacionales, y además, la poca confianza que se tiene en las pruebas nacionales, creo que éste y otros porcentajes pueden esconder la gravedad del asunto.

Cuando una sociedad lee, esto se revela más allá de las estadísticas. No basta con que se aumente el presupuesto en educación, se realicen ferias del libro, se organicen olimpíadas de lectura. Si usted no ve gente leyendo ni ciudadanos capaces de expresar una opinión propia, pero sí una televisión  y una radio con una programación famélica de contenido, ciudadanos bocinas de los discursos de otras gentes, entonces, usted vive en una sociedad que no lee.

La lectura en Latinoamérica está en crisis. Según la UNESCO, Chile, Argentina y México lideran la lista de los países que más leen de la región, pero el promedio más alto se trata de 5,4 libros al año. ¿Tendrán estas cifras alguna relación con los niveles de desarrollo de la región en general?

En República Dominicana tenemos actualmente una oportunidad. Se ha hecho por primera vez en la historia dominicana la mayor inversión financiera en educación (4% del PIB) y se está invirtiendo en crear infraestructuras para acoger estudiantes a tiempo completo, incluyendo también guarderías y escuelas de primera infancia. Sin obviar otras interrogantes que también son importantes: ¿y la lectura, qué?

La oportunidad consiste en impulsar una política estatal que promueva la lectura desde la edad temprana y que involucre en ese proceso incluso a las familias, porque la lectura se inculca desde la casa y se cultiva en otros espacios, como la escuela.

Una política de “lectoepidemia” que tome en cuenta lo siguiente:

Ser impulsada a nivel multisectorial, que involucre al Ministerio de Educación y al de Cultura y a otras instituciones públicas centrales, pero también a los ayuntamientos y a organizaciones comunitarias, no gubernamentales, y por qué no, al sector empresarial también.

La promoción de la lectura como un eje transversal en el currículum escolar. Que la lectura no se limite a las materias de Lengua Española. Una lectura comprensiva a todos los niveles y contenidos del currículum.

Bibliotecas públicas a nivel nacional, al acceso de todos y todas. Bibliotecas que no sean museos, sino laboratorios al servicio de las escuelas y las familias. Que dentro del currículum escolar la biblioteca sea un verdadero espacio de aprendizaje y experimentación.

Una casa editora estatal. El libro impreso no ha muerto, aun cuando la Internet atente con extinguirlo. Desde el Estado se puede ofrecer la oportunidad de realizar publicaciones, porque tenemos gente con talento, con conocimientos y arte que compartir.

Una lectoepidemia enfocada en cobertura y en calidad. Que cada día más personas se dejen seducir por la lectura; una lectura plural y al mismo tiempo selectiva. Abierta a todos los gustos y colores: que se lea más y mejor.

Al final, es tal como dice el refrán: “en el mundo de los ciegos, el tuerto es rey”, y creo que es hora de hacer el milagro de que los ciegos podamos ver.

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