Desde hace un tiempo existe la percepción de que el boxeo profesional ha venido experimentando una baja considerable en el mundo.
En nuestro país esa creencia podría cobrar más fuerza, debido al debilitamiento del mismo, a causa de las escasas carteleras y figuras populares, a pesar de que tiene un escenario de primer orden, el coliseo Carlos Teo Cruz.
Estoy seguro que si no existiera esa instalación se echaría a esto la culpa de la baja de esta disciplina; la misma, desde hace tiempo, solo se utiliza para reuniones de los feligreses de las distintas sectas evangélicas.
En otros lares, como Las Vegas, Atlantic City, Macao, Nueva York, Tokio, Los Ángeles, México, etc., la situación es distinta a la que se vive en el país, donde el boxeo, uno de los deportes que más medallas le ha brindado, no recibe el presupuesto mínimo para desarrollar sus actividades. Además, no tiene dolientes de ningún tipo.
En los próximos meses se efectuará un combate que impondrá récord en lo económico, por el seguimiento a través del PPV.
Me refiero a la pelea entre el estadounidense Deontay Wilder y inglés Tyson Fury, en los pesos completos.
Tras una excelente demostración artística, antes del combate, frente el desamparado alemán Tom Schwarz, Fury se ganó el corazón de los estadounidenses a los acordes de “Living in America”, vestido de rojo blanco y azul (¡incluyendo el sombrero de copa!).
Todo esto, aparte del nocaut que dio en el segundo round, le generó una publicidad extraordinaria, por lo que el combate ante Wilder, considerado un personaje “muy tosco y desagradable”, ya proyecta números extraordinarios en ventas de PPV en todo el mundo.