El acto de toma de posesión del arzobispo coadjutor de Santo Domingo, monseñor Tomás Morel Diplán, trascendió el ámbito religioso y se convirtió en un hecho institucional de alto simbolismo para el país.
No sólo por lo que representa en la estructura de la Iglesia católica, sino por el mensaje de apertura, cercanía y diálogo que transmitió en su primera intervención pública.
El prelado centró su discurso en la necesidad de escuchar, dialogar y acercarse a la gente, tres valores que en cualquier institución resultan esenciales cuando se busca acercar vínculos con la sociedad. Su referencia a la empatía con los medios de comunicación y a la colaboración con las comunidades revela una comprensión clara de que las instituciones sólo pueden sostener su legitimidad si mantienen contacto constante con la realidad social.
En una época de desencuentros, fragmentación y desconfianza hacia las estructuras tradicionales, los gestos sencillos tienen un valor político y social. Los saludos, las sonrisas y la apertura frente a la gente mostrada en esa ceremonia y al final de la misma son símbolos de la cercanía que requiere la sociedad de todos sus líderes, en especial los que tienen mayor peso moral, como son los religiosos.
Fue también significativo el reconocimiento espontáneo hacia figuras históricas, como el cardenal López Rodríguez, y el abrazo fraternal con el nuevo obispo de la recién creada diócesis Stella Maris. Ambos gestos enviaron un mensaje de continuidad y respeto entre generaciones, una condición necesaria en cualquier proceso de renovación institucional.
La sociedad dominicana necesita que una institución de tanto peso moral como la Iglesia católica dominicana mantenga presencia activa en el debate público sobre los grandes temas nacionales. La búsqueda del bien común no es tarea exclusiva de los gobiernos, sino responsabilidad compartida de todos los sectores que influyen en la vida colectiva.
Su voz, cuando se levanta con prudencia y sentido de bien común, ayuda a ordenar las pasiones y a convocar a la reflexión.
En un tiempo en que el ruido y la polarización dominan, toda invitación al diálogo es una vía de esperanza.