En mi lectura de las escrituras he encontrado en los salmos un manantial inagotable de fe y amor, siendo el Salmo 23 uno de los que más he leído. No sé cuántas veces.
Esta lectura ha consolado mi alma.
Este salmo fue escrito por el rey David, un hombre que tuvo una experiencia extraordinaria con Dios. David pasó tantos sinsabores en su vida que hasta fue traicionado por su mejor amigo. El Señor fue la luz de David, su fortaleza, su pronto auxilio en las tribulaciones que vivió.
El salmista reconocía la grandeza de su Dios, no tenía temor a la muerte, al enemigo, a estar sin alimentos, sin vivienda, pues él sabía que había un Dios que tenía el control de su vida y de su alma.
Las profundas palabras del salmista declaran el cuidado de Dios para el hombre y la mujer que tienen su confianza en él.
Estos escritos nos confirman que nuestro Creador está en los momentos de crisis y que nos pastorea con su vara para mostrarnos un camino seguro.
La experiencia de David, debería ser la nuestra. Algunos tienen profundas luchas con situaciones financieras y laborales, como otras cosas, pero deben seguir luchando a brazo partido con ellas, ya que a medida que buscamos a Dios él está pastoreando nuestras vidas.
Leamos lo que Pablo dijo del buen pastor por la humanidad: Él, que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? (Romanos 8:32).
Leamos el Salmo 23 como una lectura refrescante para la salvación del alma.