Una esperanza

Una esperanza

Una esperanza

Conocidas las tradicionales dificultades que vive la población desde que media enero hasta marzo, como consecuencia de haber vivido un período festivo de unos 40 días, contado diciembre completo y el primer tercio de enero, a los que tienen sobre sus hombros la responsabilidad de conducir los asuntos nacionales les sería de gran provecho pasarse este trecho de vacas flacas con la menor ocurrencia posible de ruidos internos.

¿Por qué es conveniente que el gobierno avance sin tener que dedicar grandes esfuerzos en “desfacer entuertos” —como diría el Quijote— en este lapso? Pues porque la población, no importa que hayamos pasado unas fiestas atípicas, dedica más de un mes a cargarse de entuertos y cuando encara el primer trimestre del año no tiene manera de entender ni de recordar de dónde vienen los espasmos.

Es un período pesado hasta para aquellos muy moderados en el gasto y emocionalmente controlados.

En cualquier tiempo al gobierno de turno se le puede pegar de rebote la culpa por la “situación” que, por cierto, no es la mejor para mucha gente en este inicio del año 21, incluidos aquellos que tienen la responsabilidad social de mantener en pie una empresa. Con la susceptibilidad a flor de piel, el mejor bálsamo que puede recibir la población es el de vérselas con una administración inteligente, moderada y previsora.

Pero este no es el caso, por lo menos en el plano de la percepción, que no es poca cosa.
Lo que menos le hace falta a la sociedad dominicana es que a la carga de los difíciles momentos por los que atraviesa, se le agregue una decepción temprana.

El presidente Luis Abinader no ha dejado de trabajar, siempre ha estado activo y eso es bueno. Nos deja la impresión de que siempre es posible hacer algo para mejorar. Si sus colaboradores lo siguen por esa senda el trimestre de las vacas flacas pasará sin mayores consecuencias.
Es apenas una aspiración, una esperanza.



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