De acuerdo con información del Ministerio de Relaciones Exteriores, los gobiernos dominicano y haitiano han tenido esta semana dos encuentros en Washington acerca de los frustrados esfuerzos del año pasado por llevar al plano de lo razonable y políticamente establecido, el interés de aprovechar las aguas del río Masacre en Juana Méndez.
Los dos encuentros, realizados los pasados días 9 y 10, según la Cancillería, tuvieron lugar en la sede de la Organización de Estados Americanos.
Es posible que este sea otro esfuerzo sin resultados visibles, pero no por ello debe ser tratado como tiempo perdido.
En el plano de la política internacional no siempre se ven los resultados de un día para el otro.
¿O se deja de ver el tiempo transcurrido entre los esfuerzos iniciados en el gobierno de Ignacio María González, en el siglo XIX, y la concreción de un tratado en firme entre los dos países al final del primer tercio del siglo pasado?
Se podrá argumentar que esto es una pulga en lomo de perro y aquello era el acomodamiento del perro entero, pero la diplomacia dominicana tiene que aprender el arte de la paciencia, que es china, y evitar que, como en aquel gran país, degenere en karate.
Desde muchos puntos de vista estas conversaciones son una buena manera de comenzar el año en la relación entre los dos países, uno de ellos afectado por una compleja irregularidad en el funcionamiento del Estado y por un precario control desde la Administración.
Si es cierto, como ha sido informado desde Dajabón y por medios de comunicación haitianos, que la obra del canal está avanzada en más de un 80 por ciento, lo que no es poca cosa, esto demuestra la importancia y la urgencia de la vuelta de Haití al orden interno de manera que sus crisis no afecten el trato con su vecino según las reglas comunes para la convivencia.
Hasta ahora el Gobierno haitiano, ¿ha sido sordo o incapaz? Tiene fuertes limitaciones.