Los huracanes tropicales, independientemente de su magnitud, afectan seriamente a los Estados insulares. Irma no es la excepción, tomando en cuenta su furioso paso, y que dejó serios daños y pérdida de vidas humanas en islas como Puerto Rico, la franco-holandesa San Martín, San Bartolomé, Barbuda y las islas Vírgenes británicas.
La República Dominicana, parte de un territorio insular que comparte con Haití, también amenazado por Irma, tiene el deber moral de solidarizarse con los territorios afectados de la región, pero a la vez el compromiso de hacer conciencia y asumir y redoblar acciones preventivas ante los efectos comprobados que el fenómeno deja a su paso.
En términos de prevención y resguardo ciudadano, afortunadamente, hemos avanzado.
El comportamiento de la población, ante el paso de un fenómeno natural, resulta más cooperativo e inteligente. Vamos, poco a poco, creando una cultura de temor y resguardo.
A la República Dominicana le esperan horas muy dramáticas. Y quiera Dios que más benignas de lo que ya se ha visto en los territorios de nuestros hermanos insulares.
Una vez más el momento es propicio para orar y salir a camino, siempre confiando en el gran sentido preventivo que ya caracteriza a los dominicanos.
Eso nos ayudará a minimizar los daños y destrozos que pueda causar el huracán Irma entre nosotros.