Transmitir la fe

Transmitir la fe

Transmitir la fe

Altagracia Suriel

La fe es una gracia o un don de Dios. No obstante, la fe puede transmitirse en la familia, que es, como señala el Catecismo de la Iglesia católica, en su número 1666, “el lugar en que los hijos reciben el primer anuncio de la fe.

Por eso la casa familiar es llamada justamente “Iglesia doméstica”, comunidad de gracia y de oración, escuela de virtudes humanas y de caridad cristiana”.

Transmitir la fe en la familia hoy, implica revivir el ejemplo de la Familia de Nazaret y de las comunidades cristianas, viviendo en oración, unión familiar y defensa de la fe.

Vida de oración y comunión con Dios

La fe no es posible transmitirla si no existe. La apuesta por Jesús supone experiencia de Él a través de la oración y la comunión. En José y María encontramos el ejemplo de padres que, por la fe, se abandonaron a la voluntad del Señor.

La confianza de José y María en que se cumpliría la voluntad de Dios en sus vidas tiene que ser la convicción del creyente que lo invoca, y que, aun sin conocer sus planes, se arrodilla ante su voluntad de forma gozosa.

Unión familiar

Donde hay fe hay unión. El fruto de la fe es la armonía. Lo testimonian las vidas de los primeros cristianos como nos lo recuerda Hechos 04, 32-33: “Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común.

Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos”.

Defensa de la fe
Transmitir la fe implica defenderla de todo lo que pueda atentar contra ella. El que tiene fe debe defenderla de persecuciones reales, pero también de amenazas sutiles que, sobre todo en la familia, pueden hacernos perder la confianza en Cristo.

Como nos advierte el Papa Francisco, hay dos amenazas contra nuestra fe hoy día: la autosuficiencia y el individualismo que nos aísla desconectándonos de los demás y de Dios.



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