NUEVA YORK.-Damian Lillard supo congeniar, en el triunfo de Portland Trail Blazers anteOklahoma City Thunder, las mejores tres cosas que tiene el básquetbol: puntería, oportunismo y entorno.
Así lo soñó James Naismith en sus orígenes y esa brisa sigue soplando en cada partido que se lleva a cabo a lo ancho y largo del mundo. Todo jugador fantasea, en algún momento de su vida, con algo similar: anotar el tiro de último segundo para ganar el partido. “Fue una gran sensación cuando la pelota salió de mis manos”, dijo Lillard. “Se sintió muy bien y honestamente pensé que era una distancia cómoda para tomar el tiro”.
La realidad es que su tiro fue tan extravagante, tan inusual, que provocó estupor y admiración por igual en el mundo NBA. Lillard se convirtió en el único jugador en anotar un tiro de último segundo para quebrar una serie de playoffs en las últimas 15 postemporadas.
Lo curioso es que no fue la única vez, ya que lo hizo en 2014 cuando arruinó a los Houston Rockets de Dwight Howard y compañía.
La escena suele repetirse tan a menudo que ya es un lugar común insoportable para el cine de Hollywood: el hombre le dice al taxista que se quede con el vuelto, que no se haga problema, mientras baja con la corbata desalineada y corre hacia el ingreso del aeropuerto para decirle a la mujer que la ama, que entendió todo, que quiere vivir el resto de su vida con ella y muchas otras cosas más.
Pero ya es tarde: la mujer está arriba de un avión y lo que pudo haber sido jamás será. El momento, ensayado una y otra vez frente al espejo, no tiene concreción por falta de oportunismo.
No se trata del acto per se, sino de llevarlo a cabo en el momento justo. Ni antes, ni después. Justo. Eso fue lo que consiguió Llillard.
11 Metros fue la distancia.
Recorrida por el espectacular disparo de Lillard para sellar el triunfo de Portland.
*Por ESPN