Tesoros del alcázar virreynal

Tesoros del alcázar virreynal

Tesoros del alcázar virreynal

En la capilla se encuentra una talla románica de la Virgen y el Niño.

El Alcázar guarda piezas artísticas de inestimable valor, por su factura, estilo y antigüedad, por ejemplo, en el salón de entrada se destaca la talla de san Miguel arcángel.

Este arcángel guerrero, príncipe de la milicia celestial, según dice san Juan en el Apocalipsis, uno de los escritos del Nuevo Testamento: “Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles. Pero no prevalecieron ni se halló lugar para ellos en el cielo.

Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua que se llama Diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero, fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él”.

San Miguel, uno de los siete arcángeles, fue señalado por Dios para dirigir la lucha contra los ángeles rebeldes. En este combate del comienzo de los tiempos, Miguel fue el vencedor.

Luzbel, el más hermoso y perfecto de los seres celestiales, rebelado contra Dios, se transformó en un espantoso dragón para atemorizar al arcángel y su ejército, pero este no se amedrentó, sino que luchó con denuedo a la cabeza de sus huestes, hasta ahuyentar a los rebeldes y sacarlos para siempre del ámbito celestial.

La obra tallada

La talla policromada de Miguel es indudablemente del siglo XIV, una pieza del gótico clásico. Realizada en madera, el rostro ovalado presenta facciones finas y bien definidas, de nariz recta, fosas estrechas, de tipo celtíbero, la boca de tono carmín, con labios finos. Los ojos pequeños miran con resolución bajo las finas cejas.

El rostro aun conserva el color blanco rosado, propio del norte de España. Los cabellos rubios caen en bucles sobre los hombros y están sujetos por una cinta de cuero, a la manera griega.

El aire es de firmeza y resolución. Las alas enmarcan la bella cabeza y caen graciosamente a los lados del manto, las plumas largas y estilizadas están talladas cuidadosamente.

Protagonismo

Miguel, protagonista de la historia tantas veces repetida de la intentona de un golpe de Estado, sofocada por un general fiel al régimen, llevada esta vez al plano celestial, posee un manto sujeto con una fíbula que cae en pliegues abarquillados, tratado por entero en pan de oro.

El arcángel empuña una lanza en su brazo derecho levantado; el otro brazo sostiene el escudo con la figura de un león dorado con las fauces entreabiertas, la melena rodea su cabeza.

Una coraza cubre su pecho, pintada en tono cobrizo, el faldellín, del mismo tono, está dividido en recuadros que corresponden a las placas metálicas sujetas entre sí por anillas. Las piernas del guerrero parecen recubiertas por la armadura.

Las rodillas reforzadas por rodilleras de placas metálicas.

Los pies de la figura revestidos por escarpas, se posan sobre la negra bestia que es Satanás, mientras atraviesa con la lanza el cuerpo del dragón.

Este, con las fauces abiertas y la roja lengua afuera, en un estertor de muerte, clava sus zarpas en el manto del guerrero. La figura es una joya de su estilo. Tenemos la fortuna de poseerla, entre los tesoros del Alcázar.

La capilla

En la capilla del Alcázar se encuentra otra talla de madera en el centro de un díptico. Es una pieza románica que representa a la Virgen María con el niño Jesús en su regazo.

La pieza policromada la muestra sentada en una silla de respaldo bajo de forma cóncava. Presenta un rostro severo y ascético, con ojos grandes de mirada inexpresiva, nariz recta y boca apenas tallada, con un rictus amargo en los labios.

Profundo simbolismo

Esta talla, como todas las del periodo románico, está impregnada de un profundo simbolismo, el rictus amargo de la boca significa el dolor que siente la madre al presentir el martirio que sufrirá el tierno niño que sostiene en su regazo.

María ostenta una corona dorada, sobre un velo que cae sobre los hombros. Viste una túnica roja con adornos dorados de intrincado diseño.

La “Theotocas” o madre de Dios fue tema favorito de la iconografía bizantina, de donde pasó al arte románico.

Con expresión hierática, su mano en actitud de bendecir, con dedos largos y estilizados. Tanto la túnica como el manto azul con adornos dorados se reparten en pliegues rígidos.

El Niño Jesús, sin corona, sostiene en su manita un globo terráqueo. Las vestiduras del Niño se encuentran en muy mal estado de conservación, quedan restos de pintura azul sobre la base blanca.

La carita inexpresiva posee grandes ojos, nariz bien lograda y boca apenas insinuada. El cabello oscuro, pintado sin asomo de incisiones.

Dado que la escultura románica estuvo supeditada a la Arquitectura, esto hace sospechar que la pieza fue parte de un altar, pues se tallaban grupos numerosos.

La pieza más antigua

La Virgencita es posiblemente la pieza más antigua que poseemos hoy en día en el país, era ya antigua cuando Colón emprendió su viaje. Fue incluida en la partida de objetos enviados desde España, en época de Trujillo, para alhajar el restaurado Alcázar.

Por error

— La Virgencita
Su imagen es anterior en varios siglos a la época en que se construyó el Alcázar, gracias a los errores en la cronología de los objetos de arte traídos, tenemos este tesoro de inmenso valor que enriquece el acervo cultural de nuestro país.

*Por MARÍA CRISTINA DE CARÍAS, CÉSAR IVÁN FERIS IGLESIAS, CÉSAR LANGA FERREIRA