
Por: Tomás D. Guzmán HernándezLa inclusión del trabajo remoto en nuestro actual Código Laboral recién aprobado me motivó a desarrollar este tema y sus ramificaciones para la vida actual.
Sin duda, las variadas plataformas digitales están modificando las relaciones entre clientes, empleados y trabajadores en nuestra vida diaria, de tal forma que desde comprar alimentos por Internet hasta encontrar pareja en un sitio de citas es de común aceptación por muchos usuarios.
Dadas las condiciones del drástico aumento de la potencia informática y del gran número de personas que poseen un teléfono conectado a las redes en la economía digital en todo el mundo, debemos pensar de qué forma las políticas públicas maximicen el beneficio de esta revolución digital que caracteriza la época presente.
Los economistas que participamos de esta transformación digital, que estudian el progreso científico-tecnológico, lo llaman “tecnología de utilidad general”, para denominar aquello que tiene la capacidad de transformarse continuamente, diversificándose gradualmente e impulsando la productividad en todos los sectores.
En la historia de la humanidad han sucedido solo tres transformaciones de este tipo: 1ero. la máquina de vapor de James Watt en 1774, 2do. el generador eléctrico y 3ero. la imprenta.
Los tres conllevaron grandes beneficios a corto plazo. En efecto, la máquina de vapor, diseñada en principio para bombear agua de las minas, dio origen al ferrocarril y a la industria mediante la potencia mecánica; los beneficios facilitaron el comercio mundial.
Por su naturaleza propia, las revoluciones tecnológicas que son de utilidad general son también disruptivas, es decir, tornan obsoletas antiguas actividades, como sucedió con los textiles que generaron nuevos trabajos y oficios. La disrupción ocurre porque la nueva tecnología es, por lo regular, flexible y presente, por lo que sus beneficios no solo vienen de su adopción, sino de su adaptación a ella.
Por ejemplo, el generador eléctrico permitió llevar la energía eléctrica al lugar y al momento preciso en que se requería, mejorando notablemente la eficiencia de la industria manufacturera. Uber, hoy día, es una empresa digital que ofrece un servicio de taxi. O Netflix, tan popular en nuestros hogares.
Otro aspecto relevante de la tecnología disruptiva es que debe adoptarse de forma masiva antes de que la sociedad se adapte. Como por ejemplo, la electricidad depende de generadores; asimismo, la revolución tecnológica actual depende de cuatro factores: las computadoras, el internet, los motores de búsqueda y las plataformas digitales.
Una característica típica de las primeras etapas de esta revolución es que aumentan los recursos en la innovación y la reorganización de empresas, cuyos beneficios se ven en el mediano y largo plazo. Sucedió con la máquina de vapor de Watt, que, a pesar de su aparición en 1774, no fue hasta 1812 que se convirtió en el motor eficiente de la locomotora de vapor con éxito comercial y que en 1830 aumentó la producción per cápita. Es bueno recordar que la computadora personal solo tiene 46 años.
El sector bancario está siendo impactado con esta revolución digital con las criptomonedas anónimas como el bitcoin y el Ethereum, que no es propiamente una criptomoneda: la palabra Ethereum se refiere a la plataforma digital. Las monedas en sí (usadas para pagos en la red) se denominan ethers. En otras palabras, los ethers son la «criptogasolina» (o criptomoneda) de la red de Ethereum.
A pesar de ser atractivas, son también potencialmente peligrosas, ya que sirven para comercializar actividades ilícitas como drogas, armas de guerra, sustancias químicas, etc. La tecnología en la que se basan estas monedas (cadenas de bloques) está revolucionando el sector financiero al permitir transacciones de manera cada vez más rápida y segura, con informaciones amplias sobre clientes potenciales que mejoran su precio gracias a una mejor evaluación y capacidad de reembolso.
El desafío actual consiste en definir marcos regulatorios que garanticen la integridad financiera y la protección de los consumidores con un respaldo eficiente. Es probable que las prácticas actuales sobre criptología afecten la comunicación y la privacidad mundial, dado que casi todos los servicios públicos esenciales y la información personal están ahora en línea y, por tanto, constituyen una amenaza a la ciberseguridad.
Lo más importante es que la digitalización está transformando el trabajo de la gente y nuestro código laboral es cónsono con esta realidad. Hasta un tercio de la fuerza laboral de EE. UU., o sea cerca de 50 millones de personas, se estima participa activamente, previendo que seguirá en aumento, ya que las actividades podrían automatizarse usando la robótica y las tecnologías de aprendizaje automático y artificial.
Hoy día, las computadoras están aprendiendo a conducir taxis, así como también detectan signos de cáncer, labor que era de médicos especializados, lo cual nos lleva a pensar que habrá grandes pérdidas y transformaciones en los puestos de trabajo de todos los sectores y niveles salariales.
Una cosa es cierta: ya no hay vuelta atrás. La tecnología digital cada día crece de manera acelerada. Se calcula que la mitad de la población mundial, es decir, 4 mil millones de personas, tiene acceso a dispositivos móviles. Una diferencia clara entre la revolución digital y las anteriores, es decir, la de la máquina de vapor y la electricidad, es la velocidad a la que se está difundiendo la tecnología en los distintos países.
Este fenómeno mundial trastornará a corto plazo la economía alrededor de las tecnologías revolucionarias, pero hay que reconocer que traerá enormes beneficios a largo plazo.
En conclusión, se percibe que la respuesta a las tecnologías de producción automatizada reflejará divergencias entre las preferencias de las distintas sociedades en materia de protección laboral. Se va a requerir cooperación internacional para dar con las políticas que mejor funcionen. La desigualdad crecerá a medida que aumente la brecha eficiencia-valor de mercado entre las empresas que adopten nuevos modelos vs. las que no lo hagan.
Las políticas educativas se verán afectadas: tanto las escuelas como las universidades deberán dotar a las próximas generaciones de los conocimientos necesarios para trabajar en la nueva economía.
El autor es economista