En un esfuerzo por estimular la economía dominicana, el Banco Central ha optado recientemente por reducir la tasa de interés de su política monetaria, una medida que, en principio, debería traducirse en una disminución de las tasas de interés que los bancos aplican a sus préstamos.
Se entiende que esta decisión busca abaratar el crédito, estimular la inversión y el consumo, y apoyar así una reactivación económica sostenida.
Sin embargo, los resultados hasta ahora han sido limitados debido a la simultánea inyección de dólares en el mercado cambiario para mantener estable el valor del peso dominicano.
La intervención en el mercado de divisas tiene una justificación comprensible: en un entorno económico global inestable, mantener una moneda estable es vital para el control de la inflación y para la previsibilidad en los costos de importación y exportación.
Pero esta estrategia tiene implicaciones sobre el costo del crédito.
La intervención con dólares al mercado restringe la liquidez en pesos, lo que termina afectando la disponibilidad de capital en el sistema financiero nacional.
Esto significa que, aunque el Banco Central haya reducido su tasa de interés de referencia, los bancos enfrentan menos liquidez en moneda local, lo que limita su capacidad de bajar los intereses en los préstamos.
El fenómeno expone una tensión entre el estímulo económico a través de crédito barato y la estabilidad cambiaria. En términos prácticos, la dualidad de estas políticas podría limitar el impacto que se busca con la reducción de la tasa de interés.
A largo plazo, si la inyección de dólares y la consiguiente restricción de pesos persisten, el mercado podría incluso entrar en una dinámica en la que el costo de los préstamos no disminuya, afectando negativamente la recuperación del consumo y de sectores clave de la economía.
El Banco Central tiene la misión de manejar esa dualidad.