A veces parece que estamos en un callejón sin salida en una sociedad de los “fake news”, las manipulaciones y la búsqueda de like a toda costa.
No se trata sólo de trivialidad y superficialidad, sino de mentiras y alteraciones de las informaciones que se divulgan a la velocidad de la luz gracias a las nuevas tecnologías de la información.
Lo peor es que los grupos profesionales llamados a fungir como antídotos de la desinformación están pasando a ser también virus del invento y la mentira.
La pandemia del Covid-19 revalorizó los contenidos de los medios periodísticos respetuosos de la técnica y la deontología periodística porque eran una fuente donde abrevar informaciones confirmadas y contrastadas.
Pensábamos que se estaba frente al renacer de la primacía de la información de calidad y el respeto al periodismo profesional, pero lamentablemente no ha sido así.
Puede que se deba aceptar como irremediable tener que convivir con las “fakes news”, sólo hay que cuidar de mantener los oasis de credibilidad con medios y periodistas que no sucumban a la tentación del “like” y las audiencias insustanciales.
Los profesionales del periodismo tienen ahora un nuevo peligro, que también es corrupción de la profesión y de la ética periodística.