“Soy una niña, ¿por qué me ha pasado esto?”
@patriciarache
Amnistía Internacional (AI) ha echado a correr la voz de alarma. Lo ha hecho a través de distintos medios y plataformas a su alcance, para evitar que prosiga la masacre moral, emocional y sexual a la que están siendo sometidos niños y niñas en Haití.
La entidad de solidaridad, surgida en el año 1961, en Londres, Gran Bretaña, es reconocida globalmente por sus luchas a favor de la libertad, la paz, el respeto a los derechos humanos, y a la vida de las personas, en cualquier país del mundo y en cualquier circunstancia.
En este año 2025, Amnistía se proclama firme en el compromiso de seguir “defendiendo los derechos en cada rincón del mundo” e incorpora en su bastante larga agenda de trabajo lo que define como una crisis urgente: las devastaciones de bandas armadas en Haití, ya no sólo contra hombres y mujeres, sino también, en forma desgarradora, contra la infancia.
Las bandas armadas constituyen un mal enraizado y hasta oficializado en la sociedad haitiana, de acuerdo a declaraciones que sostiene el ex cónsul en República Dominicana, Edwin Paraison, también creador de la entidad dominico-haitiana, Fundación Zile, y quien, además, expone profunda preocupación por la falta de liderazgo político en esa nación caribeña, envuelta en la vorágine de la miseria económica, moral, social e institucional, desde hace décadas.
Amnistía Internacional asegura que las infancias de Haití sufren el recrudecimiento de la violencia y un cerco “cada vez más estrecho de las bandas armadas a las comunidades” y lo sustenta con el informe titulado “Soy una niña, ¿por qué me ha pasado esto?… agresiones de bandas a niños y niñas en Haití”, que realizó para exponer el fenómeno.
Para hacer este estudio, AI realizó 112 entrevistas, 51 de ellas a menores, (31 niñas y 20 niños) en ocho comunas del departamento del Oeste de Haití que revelaron las agresiones más infames contra la infancia, víctima de reclutamiento y utilización, violaciones y otras formas de violencia sexual, homicidios y lesiones, en prácticas criminales que no excluyen tampoco a los pequeños y pequeñas con algún tipo de discapacidad mental o física.
Entre las personas entrevistadas hubo también progenitores, autoridades gubernamentales, personal de ayuda humanitaria tanto de Haití como internacional y miembros del personal de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y jóvenes en edad adulta que hoy son sobrevivientes de diversas acciones criminales de las bandas armadas en su contra cuando eran menores.
En este informe, la entidad internacional presenta escalofriantes testimonios de niños y niñas, en edades comprendidas entre los 10 y los 17 años de edad: niños forzados a ofrecer el “servicio de caliesaje” o chivatos y soplones, como también identificamos a los espías en este lado de la isla.
Niñas abusadas y violadas sexualmente, casi en las propias narices de sus familias, sin que éstas puedan hacer algo para evitarlo; hembras y varones traficantes de drogas, de armas, de municiones y de cuántas maldiciones les pegue en ganas a los bandoleros que, al parecer, son quienes “gobiernan” en Haití, sin que la casta política y burocrática demuestre iniciativas para la toma de decisiones.
Como siempre, uno mi voz a Amnistía Internacional y creo necesario que el mundo entero pueda hacerlo también ante la falta de acción interna frente a tantos crímenes y abusos cometidos por las bandas armadas de Haití contra hombres, mujeres, niños y niñas.
Es tiempo ya de que haya decisiones contundentes de parte de las personas que todavía creen en el amor, la justicia, la solidaridad y la defensa de la vida, todo esto vulnerado y pisoteado una y mil veces en la República de Haití y que contribuyamos a que cesen las múltiples agresiones y las violaciones que dan paso a la pregunta: “Soy una niña, ¿por qué me ha pasado esto?
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