Soy anormal

Soy anormal

Soy anormal

Raphy D'Oleo, empresario artístico

Por: Raphy D’ Oleo 

Los grandes poderes tienen una agenda mundial para desarrollar las nuevas estructuras de dominio social, económico, político y cultural de la sociedad del siglo XXI. Somos conejillos de indias en un laboratorio virtual donde se usan todos los recursos para conseguir ese objetivo. Ello está provocando una interacción cruzada que no permite diferenciar lo normal de lo anormal.

Lo normal es aquello que manifestamos con más frecuencia, mientras que lo anormal es lo distinto de lo general o de lo común. Lo primero sería el ¨ideal¨. Lo segundo, lo ¨raro¨, la desviación de la norma. Antes algunas cosas con el tiempo pasaban de normal a anormal. Hoy la mayoría de las cosas o comportamientos son anormales.

Dos científicos estadounidenses, el siquiatra David Rosenhan y el psicólogo Milton Seligman plantean los 7 criterios que pueden utilizarse para etiquetar el comportamiento como ¨anormal¨: malestar, deterioro, irracionalidad, impredecibilidad, poca convencionalidad, rareza estadística e incomodidad del observador. Marquemos estos criterios con ejemplos de los que padecemos hoy:

MALESTAR…El insulto es la manera elegante de imponer un criterio y deja dinero

DETERIORO…Moral y cívica es una pasta de jabón en un sancocho.

IRRACIONALIDAD…Ver en televisión el beso de labios masculinos o las caricias de manos femeninas en la ranura del Monte de Venus. Con ello se sublimiza el oprobio de una bandera de colores izada en el estandarte de una anormalidad sin sonrojos.

IMPREDECIBILIDAD…Micrófono y el pene o la vulva buscando nuevos aires, es la cotidianidad artística.

POCA CONVENCIONALIDAD…Vestuario y conducta son cañería y sumidero que conducen a una cloaca social.

RAREZA ESTADISTICA…La adolescente con su hija en una mano y un trago en la otra

INCOMODIDAD DEL OBSERVADOR…La cualquierización del arte como máxima expresión del mal gusto y como aplauso espontáneo del analfabetismo cultural.

La mayoría de nosotros estamos encerrados en una burbuja donde una minoría nos impone normas y conductas, siendo la estupidez la mayor valoración que marca su capacidad.

Tienen el dominio comunicacional y piensan que somos tarados. Frente a toda esta embestida de anormalidad tenemos que construir una defensa que se convierta en el refugio de nuestra normalidad, y esto solo se logra si apoyamos a los medios tradicionales y los comunicacionales virtuales de buen contenido, para que vuelvan a ser los indicadores de los buenos valores y negadores de la criminal postverdad que nos arropa. Por los criterios de Rosenhan y Seligman casi estoy convencido de que el anormal soy yo.



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