Todavía muchos dominicanos relacionan el socialismo con escasez, filas para conseguir comida, raciones y limitaciones económicas y sociales de todo tipo.
En parte esto se debe a que durante décadas han sido expuestos a un bombardeo propagandístico a través de la prensa, la radio, televisión, libros y sobre todo el cine norteamericano.
Esos factores, unido a la prédica de sectores conservadores, han moldeado la mente de millones de personas en todo el mundo, tanto en países desarrollados económicamente como en aquellos menos afortunados.
A ello habría que agregar las innegables vicisitudes por las que pasaron Rusia y los demás países de Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas tras la Segunda Guerra Mundial fruto del asedio de las potencias capitalistas, así como sus propios errores y desviaciones.
Y más cercano a nosotros está el caso de Cuba, que si bien todo el mundo reconoce sus extraordinarios avances en salud, educación, la ciencia y la cultura, no menos cierto es que tiene limitaciones para garantizar a sus ciudadanos un estándar de vida como se merecen.
Aunque sabemos que esa situación es el resultado de un bloqueo comercial y económico impuesto por Estados Unidos durante más de 60 años, es entendible que muchas personas no quieran verse en semejantes condiciones, donde aun teniendo el dinero para comprar se dificulta la obtención de ciertos bienes y productos de consumo cotidiano.
Basado en estos ensayos de socialismo, obviamente resaltando sus deficiencias y ocultando las razones de las mismas, se nos vendió la idea de que el socialismo era un fracaso.
Sin embargo, los detractores de ese sistema soslayan adrede el modelo de socialismo desarrollado por China. No faltan quienes cuestionan si se trata de un capitalismo de Estado o de un socialismo auténtico.
Lo cierto es que el “socialismo con características chinas”, como ellos insisten en llamarle, ha devenido en un éxito rotundo para sus más de 1,300 millones de personas.
Bajo el liderazgo del Partido Comunista, en los últimos 40 años China ha logrado sacar de la pobreza a más de 800 millones de personas. Y para el próximo año se han propuesto sacar otras 370 millones de chinos que aun viven en esta condición.
Lo que a Estados Unidos y a los países desarrollados de Europa les llevó más de 200 años, China lo ha logrado en apenas 70 años, pues hasta la revolución encabezada por Mao Tse-tung, el gigante asiático era un país atrasado.
Hoy es la segunda economía mundial.
Su meta para el año 2021 es tener una sociedad “modestamente acomodada” y se han propuesto ser un país desarrollado para 2049.
Y no se trata de consignas vacías. El avance alcanzado por China lo pudimos constatar el grupo de periodistas que viajamos a esa nación para participar en un seminario del 19 de noviembre al 10 de diciembre, invitados por el gobierno de Xi Jinping.
Gracias al tamaño de su economía, a la laboriosidad de su gente y al sistema político social y económico, los chinos se sienten orgullosos de los logros alcanzados por su país a nivel económico, tecnológico, de infraestructuras, y lo están mostrando al mundo.
Sin renegar ni un ápice de sus aspiraciones socialistas y el control estatal del aparato productivo, especialmente de bienes y servicios estratégicos, los chinos estimulan el surgimiento de nuevas empresas y la creación de riquezas, con lo cual elevan cada vez más el nivel de vida de su gente.
Tomando lo mejor del capitalismo, porque no hay nada totalmente malo ni totalmente bueno, van logrando sus metas, en el entendido de que socialismo no es hambre ni distribución de la pobreza, sino de la riqueza. Más justicia, mejor calidad de vida.
Sin disparar un tiro, amenazar o invadir militarmente a ningún otro país, sin tratar de imponer su sistema político, China está demostrando que un mundo mejor es posible, ese –a mi juicio- es el éxito del socialismo con características chinas.