
Para Julio Cortázar la diferencia entre cuento y novela es como en una pelea de boxeo.
La novela gana por puntos y el cuento por Knockout.
La novela acumula progresivamente sus efectos en el lector, mientras que un buen cuento es incisivo, mordiente, sin cuartel desde las primeras frases.
También, para explicar esa diferencia, el gran escritor argentino usa la analogía entre cine y fotografía y nos dice que: «Una película, en principio, es un orden abierto, novelesco, mientras que la foto-grafía lograda tiene una ceñida limitación previa, impuesta en parte por el reducido campo que abarca la cámara».
Camino de El Seibo reúne a plenitud este concepto de Cortázar sobre lo que debe ser un buen cuento, porque desde el principio le llueven al lector pellizcos y mordidas que llegan desde todos lados, atrapándolo en la trama desde la lectura de las primeras palabras.
Lo primero que busco cuando me embarco en la lectura de un cuento o novela es el arte del manejo y juego con el tiempo.
Otra cualidad que debe tener un buen cuento es que tenga la virtud de poder atrapar al lector desde el principio y con la pregunta del menor al anciano en su lecho de muerte, sobre quién fue su tío, se inicia el viaje que nos llevará por senderos y caminos, a veces llanos y otras veces con múltiples obstáculos.
Tradiciones religiosas en torno a la Virgen de la Altagracia, como las peregrinaciones a Higüey y muchas otras modalidades más, realizadas por los creyentes a cambio de que la Virgen les conceda salud o algún otro deseo.
El amor y la pasión también hacen acto de presencia en Camino de El Seibo y quedan personificados en Eva, su esposo Graciano y el hermano de este, que es quien nos relata toda la historia y que Ricardo Vega nos sabe ocultar misteriosamente hasta su nombre.
Otra cosa que busco cuando leo un cuento o una novela es el uso de metáforas y les puedo decir que Ricardo Vega es todo un maestro en ese aspecto.
*Por Danilo Rodríguez