Sin querer, queriendo

Las plataformas de streaming han estado presentando, en los últimos años, testimonios audiovisuales de corte biográfico y/o documental de figuras del arte, la política, el deporte y los negocios. Relatos bien estructurados que conectan a los nuevos públicos con épocas gloriosas de antaño.
HBO Max ha emitido, en un seriado de ocho capítulos, “Chespirito, sin querer, queriendo”. Una serie inspirada en la vida del gran Roberto Gómez Bolaños, creada por dos de sus hijos, Roberto y Paulina Gómez Fernández.
Los primeros episodios transportan al espectador a la infancia del humorista: el México de los años treinta. Esta época transcurre con soltura y normalidad, rodeado de un ambiente dominado por el arte y la cultura. Sus dotes histriónicos, la chispa humorística, sumada a una notable capacidad creativa comenzaron a perfilar la orientación que tendría la vida del cuarto de los ocho hijos del matrimonio de Francisco Gómez Linares y Elsa Bolaños Aguilar.
Don Roberto desarrolló amplias capacidades artísticas. Era un dibujante de abundantes cualidades, heredado de su padre, quien era ilustrador y pintor. Ser poseedor de ese talento lo llevó a trabajar, con veinte y tantos años, al mundo de la publicidad.
Sus ideas colmadas de novedad y frescura conectaron con la sociedad de entonces, un siglo XX que iba en constantes cambios, y México no era la excepción. La serie retrata, aunque de manera somera, los conflictos sociales y políticos que desencadenaron las protestas estudiantiles de 1968 y la muerte de más 200 personas, en el gobierno de Gustavo Díaz Ordáz. Mientras, Roberto, escribía sus primeros libretos.
Hacia finales de la década de los años sesenta, se produce el punto de despegue en la esplendorosa carrera del pequeño Shakespeare. Desde los Supergenios de la Mesa Cuadrada (1968), con el entrañable personaje del Dr Chapatín, hasta la llegada de los dos fenómenos televisivos más extraordinarios que ha registrado la televisión hispana desde su concepción: El Chapulín Colorado (1970), originalmente concebido como, El Chapulín Justiciero, y El Chavo del 8 (1971).
Este boom televisivo, sin precedentes, trajo consigo las dificultades consustanciales al avance que experimentamos los seres humanos en distintos ámbitos de la vida. Celos, envidias, desequilibrios emocionales, ofertas, contraofertas laborales, en fin, situaciones que hicieron estallar desencuentros que, a su vez, produjeron un irreparable quiebre de la unidad coral que se había conservado por décadas. Estos eventos hoy han salido a luz con mayor vigor a través de la serie, y gracias a la hiperconexión que dispone la sociedad de nuestros días para acceder a información.

Una de las más grandes satisfacciones que la televisión me ha brindado en más de cuarenta años de ejercicio, fue haber podido entrevistar, en el año 2004, al legendario Roberto Gómez Bolaños. La entrevista fue pactada a un tiempo no mayor de 15 minutos, esto por cuestiones de viajes y por la edad avanzada del entrevistado. La efectuamos en el Hotel Jaragua, en la capital dominicana.
El encuentro se produjo en el marco de una visita de don Roberto y su esposa, Florinda, a los premios Casandra de ese mismo año.
Recuerdo que había preparado un amplio cuestionario que abarcaba gran parte de su vida, pero justo antes de iniciar, determiné que lo mejor era dejarme llevar de las respuestas del invitado para enlazarlo a nuevas inquietudes.
Mi momento soñado había llegado, don Roberto entró al set, con la humildad que siempre le caracterizó y saludó, afectuosamente, a todo el equipo técnico que nos acompañaba. Las cámaras echaron a grabar y el conversatorio inició.
Para ese momento, Chespirito tendría una edad próxima a los 75 años de y ya mostraba algunas imprecisiones en las respuestas y explicaciones que me ofrecía.
A pesar de estas razones más que admitidas y obvias, la conversación fue fluyendo. Comenzamos hablando sobre sus primeros trabajos, sus primeros sueños e inquietudes, pero, a medida que la entrevista se volvía profunda, un factor inesperado comenzó a alterar el curso orgánico del encuentro: la actitud imprudente e irreflexiva de la señora Florinda Meza.
Lo que en principio parecía una simple actitud colaborativa, se fue volviendo un propósito engorroso e incesante. La señora interrumpía tan reiteradamente las respuestas de su compañero que convirtió aquella suite de hotel, en un lugar asfixiante.
A pesar de esta situación lastimosa, el rumbo de la conversación satisfizo a don Roberto. Al responderme, cuando se lo permitían, lo hacía con la bonhomía, el buen humor y el dejo de timidez que siempre proyectó ante las cámaras. El acuerdo original de los 15 minutos, terminó en casi 80 minutos de material crudo (antes de edición).
El cierre de la conversación se centró en una reflexión que le solicité, colocándome en el lugar de millones de jóvenes que buscan orientación de sus ídolos o referentes. Él resumió el mensaje diciendo: “no importa la edad que tengas, lo importante es tener proyectos. Hay personas jovenes que no tienen proyectos y parecen viejos, y otros, con mucha edad, pero que al tener proyectos, mantienen el espíritu joven”.
Al despedir el encuentro me felicitó públicamente por la entrevista que habíamos logrado. Sus palabras y las expresiones de su rostro las conservo en el recuerdo, a pesar de haber transcurrido más de 21 años de ese memorable episodio.
Las desavenencias surgidas por los temas personales, en relación a su primer matrimonio, la señora Florinda Meza y sus hijos, no le ha restado ni le restará calidad y trascendencia al arte de Roberto Gómez Bolaños.
Chespirito siempre nos traerá a la memoria lo mejor del humorismo, a través de un ejercicio creativo, prodigioso y excepcional.
*Por Roberto Ángel Salcedo