"Si dejo de tomar el medicamento, puedo morir"

«Si dejo de tomar el medicamento, puedo morir», mujer trasplantada reclama al programa de Alto Costo

«Si dejo de tomar el medicamento, puedo morir», mujer trasplantada reclama al programa de Alto Costo

Luisa María Figari, fue trasplantada de hígado en el año 2013

Santo Domingo.- «Si dejo de tomar el medicamento, puedo morir», afirma Luisa María Figari Almonte con voz entrecortada. Ella recibió un trasplante de hígado en el año 2013.

La mujer de 33 años aseguró sentirse «abandonada y olvidada» por la Dirección de Acceso a Medicamentos de Alto Costo (Damac) del Ministerio de Salud Pública.

«Cuando llamo para consultar si tienen fecha de entrega, solo nos dicen que ellos no saben».

Residente en Monte Plata, Figari utiliza Prograf, un medicamento inmunosupresor que se utiliza para disminuir la respuesta inmune del cuerpo.


El mismo se emplea principalmente después de trasplantes alogénicos para reducir la actividad del sistema inmunitario y así disminuir el riesgo de rechazo.

El fármaco en el mercado tiene un costo de 14 mil pesos por caja, que contiene 50 cápsulas.

En el caso de Luisa, ella consume cuatro pastillas por día, por lo que necesita cuatro cajas al mes, lo que equivale a 56 mil pesos, una cifra que duplica su salario.

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A esto se suma el Ursacol de 300 mg, que se utiliza para disolver los cálculos de colesterol, siempre que éstos sean radiotransparentes y la vesícula biliar funcional, y para tratar la cirrosis biliar primaria; otro medicamento de alto costo, pero que no es cubierto por el programa.

Luisa explicó que ha sido operada tres veces después del trasplante de hígado y que frecuentemente debe asistir a consultas médicas en la ciudad de Santo Domingo para dar seguimiento a su salud.

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Cansada de no recibir respuesta del Ministerio de Salud Pública, decidió tocar las puertas del Despacho de la Primera Dama, Raquel Arbaje, pero solo le dicen que no conocen el caso.

Asegura que nadie les da la cara. «Justamente hoy me deben entregar la medicina, llamé y solo me dicen que no la tienen».

Afirma que en ocasiones se ve en la necesidad de tocar las puertas de familiares y amigos, y piensan que es por pedir ayuda.



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