No deja de sorprenderme, creo que nunca lo hará, el hecho de que el mundo actual no sea apto para personas sensibles. Cualquiera que manifieste cierta sensibilidad hacia su entorno es rápidamente tachado de mil cosas, pero la principal: débil.
Y así las manadas que le rodean, la gran mayoría con cero sensibilidad, muchas frustraciones y mediocridad mental, suelen elegirles como ‘target’ para sus ataques.
Si esas personas se mantienen fieles a sí mismos y no permiten que esto les afecte, suelen aflorar grandes líderes, porque precisamente esa sensibilidad les permite reforzar lo que son, en lo que creen y en hacer las cosas ajustadas a eso sin importar que el resto no lo entienda, no lo comparta e incluso les pongan letreros tratando de opacar esa autenticidad que los define.
Y cuando hablo de sensibilidad es algo tan sencillo como: si ves algo que está mal hecho, actuar para mejorarlo; si puedes hacer las cosas bien por qué hacerlas mal; si tienes una responsabilidad, hay que cumplirla; si alguien depende de ti para algo, no lo defraudes; si puedes lograr hacer sentir bien a alguien que tengas cerca, hazlo.
La lista pudiera ser más larga, pero es solo un ejemplo para que entiendan qué engloba para mí la sensibilidad en alguien.
Esto que defino para muchos no es tan importante o, como decía, es más signo de debilidad.
Esos, que suelen acarrear bastantes mochilas emocionales, si no lo valoran por lo menos dejen que quien sí lo hace, quien acoge esa sensibilidad en su corazón camine tranquilo sin tener que soportar o sufrir a quienes se creen mejores, más fuertes y más valiosos cuando lo que suelen usar son máscaras.
Respeto es siempre la palabra mágica y, todos somos diferentes, lo que no debemos es tratarnos diferente por eso.