Paso a paso las naciones del mundo se están realineando. Unos cuantos aceptan la invasión de Rusia a Ucrania por intentar ingresar a la OTAN. 142 miembros de la ONU la condenaron claramente. Y otros 51 se abstuvieron.
Lamentablemente, estos últimos representan casi dos tercios de la población, entre los cuales están China y la India.
El impacto geopolítico de la guerra se acentúa por la perturbación de los precios de productos básicos para la alimentación y la energía.
Por ello es lógico que desde Corea se vea a Latinoamérica primordialmente como una fuente alternativa de suministros de cereales y combustibles para la seguridad económica.
Pero ya desde antes de la contienda en curso la búsqueda de la seguridad económica abarcaba otros aspectos, todos los cuales tienen en Latinoamérica parte de la solución para Corea y el resto del mundo.
Recuperar la economía mundial necesita mercados crecientes adonde exportar confiablemente.
Acelerar la transición energética para superar la dependencia de los combustibles convencionales requiere contar con fuentes estables de minerales críticos, utilizados en la fabricación de semiconductores, paneles solares, turbinas eólicas y celdas energéticas de hidrógeno.
Reemplazar el rol que juegan países adversarios en las cadenas de suministro requiere trasladar la producción de productos esenciales para la seguridad, como dispositivos médicos, medicinas y electrónicos.
Y asegurar la resiliencia de las cadenas de suministro frente a futuros choques – sanitarios, financieros o de cualquier otro tipo – demanda la descentralización de la producción hacia países cercanos a los mercados de destino.
Cuando Latinoamérica crece, su población pasa de la pobreza a la clase media, demandando más automóviles y electrodomésticos, mercados que Corea domina ofreciendo la mejor calidad al mejor precio. El continente será así un destino cada vez más importante para las exportaciones coreanas.
La riqueza mineral de las Américas es infinita. Latinoamérica en particular cuenta con abundantes minerales críticos para la transición energética, como el cobre chileno y peruano, el litio argentino y boliviano, o la bauxita y el ferroníquel dominicanos, entre otros muchos disponibles a lo largo y ancho del continente.
Latinoamérica tiene décadas de experiencia en la fabricación de dispositivos médicos y de medicinas, tanto químicas como biológicas. Algunos incluso avanzan con firmeza en la producción de electrónicos.
Ademas, la cercanía latinoamericana a los EEUU y a Europa – continente al cual se llega en menos de 9 horas por avión y 9 días por barco desde la RD – consolida el potencial de la región como destino de la inversión coreana.
En otras palabras: Latinoamérica debe ser la base de la producción descentralizada de países como Corea para diversificar sus cadenas de suministro hacia los EEUU y la UE.
Con ello se generarán empleos para nuestra productiva fuerza laboral, se reducirán las presiones migratorias y se tendrá resiliencia frente a futuros choques, pudiendo responder con eficiencia a la demanda.
Urge así reconciliar la redundancia con la eficiencia en aras de la resiliencia, aprovechando las oportunidades de nearshoring, consolidando así el compromiso geopolítico latinoamericano con la seguridad económica.