Desde el día de ayer la Santa Sede está vacante, pero el Papa está vivo.
En lugar de preparar un funeral los cardenales se aprestan directamente a un Cónclave para elegir al próximo Obispo de Roma, que al ser escogido se convertirá en el próximo Papa.
Esta situación tan peculiar, todos lo sabemos, se debe la renuncia de Benedicto XVI.
¿Cómo será el próximo Papa? Difícil de adivinar y no pretendo semejante cosa, pero como bautizado, miembro de la Iglesia, quiero expresar mis expectativas sobre la elección del próximo Obispo de Roma.
Mis fuentes son los problemas que enfrentó el papado recién concluido y especialmente su renuncia.
Lo primero es la edad. El próximo Papa deberá ser joven. Claro, la juventud de los cardenales ronda los 60 años y pico. Pero un Papa de esa edad implicaría una apuesta de los cardenales por un papado dilatado en el tiempo, como lo fue el de Juan Pablo II.
El argumento de la debilidad de Benedicto XVI para enfrentar los problemas que tiene entre manos la Iglesia, debido a la edad, fortalecería este argumento.
Que hable español. Es una condición fundamental porque es la lengua de la mayoría de los católicos. Es no implica un Papa español o latinoamericano, pero sí que tenga sintonía con la cultura iberoamericana.
Que siga profundizando en el espíritu del Concilio Vaticano II. Es la fórmula correcta para sanar las patologías que nos afecta como cuerpo eclesial. Más relevancia de los laicos y especialmente de las mujeres. Fuera de esa dirección los problemas se incrementarán.