Los dominicanos tenemos una deuda de gratitud con Venezuela cuya mejor manera de saldarla es contribuyendo a que esa nación hermana salga del infierno creado por el secuestro por Cuba de su economía, su democracia y sus Fuerzas Armadas.

Por más vueltas retóricas o sofismas que se intenten, Venezuela está como está por las políticas funestas inspiradas por “apparatchiks” castristas, que han llevado al país con mayores reservas petroleras del mundo a una postración humillante, con miserias inenarrables y casi cuatro millones de venezolanos espantados de su patria.

Guaidó posee hoy más legitimidad que la que tuvo Caamaño en 1965, pues su autoridad proviene directamente del último mandato democrático del pueblo.

Ante tantas evidencias de la ilegitimidad de Maduro, sus crímenes contra su propio pueblo, su rotundo fracaso económico, el repudio interno e internacional, es penoso que queden líderes políticos dominicanos (los mismos que excusan todo pecado cubano) justificando a Maduro y denostando a Guaidó.

Una salida “democrática, pacífica, de consenso”, como propuso ayer nuestra Cancillería en la ONU, merece apoyo.