Sanar por amor a nuestros hijos: rompiendo las cadenas invisibles del dolor familiar

Hay un momento en la vida en que el deseo de sanar trasciende nuestras propias expectativas. Ya no se trata solo de sentirnos bien, de cerrar heridas personales o de encontrar paz interior.
Llega un punto en que entendemos que sanar es un acto de amor que va más allá de nosotros mismos: es un compromiso con nuestros hijos y las futuras generaciones.
Muchos cargamos con historias de dolor, pérdidas, abandonos y traiciones que no comenzaron con nosotros. Son memorias antiguas, heredadas de nuestros padres, abuelos y bisabuelos, que se transmiten de manera invisible en gestos, actitudes y silencios.
Sin darnos cuenta, vivimos atados a lealtades inconscientes hacia nuestro clan familiar. Por pertenecer, por no traicionar, repetimos patrones de sufrimiento como si fuese un mandato silencioso. Pero la vida nos da la oportunidad de detener ese ciclo. Tomar la decisión de prestar atención a nuestra sanación es un acto de valentía, y cuando comprendemos que no lo hacemos solo por nosotros, sino por los hijos que amamos, esa decisión cobra aún más fuerza.
Cada vez que un padre o madre decide mirar hacia atrás con respeto, comprender la historia familiar y soltar las cargas que no le corresponden, está abriendo un camino de libertad para sus hijos. Sanar no es olvidar ni juzgar a quienes vinieron antes.
Es reconocer con humildad que somos parte de una historia más grande, pero también tenemos la posibilidad de cambiar el rumbo.
Al hacerlo, les damos permiso a nuestros hijos de vivir una vida propia, sin tener que repetir inconscientemente las memorias de dolor que ya cumplieron su propósito.
La sanación personal es, en esencia, un acto de amor hacia la familia. Pero cuando lo hacemos pensando en las generaciones que vienen, el proceso se convierte en un legado de libertad y esperanza.
Este martes 5 de agosto realizaremos el Taller de Constelaciones Familiares Providence en el SouthSide Cultural Center de Providence y un espacio seguro para sanar.