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«Sálvese quien pueda»

El Día Por El Día
📷 Ricardo Vega.

Por: Ricardo Vega

República Dominicana vive inmersa en campaña política las veinticuatro horas del día. Los partidos, es natural, se esfuerzan por cobrar vigencia.

Mientras esto ocurre, indiferente, un amplio sector de la población, en su mayoría jóvenes, permanece renuente a participar o vincularse con el fortalecimiento y redefinición de procesos.

El sálvese quien pueda ha impuesto su cultura, sustituyendo en gran medida el curso democrático de las circunstancias por el de los caprichos particulares y el azar.

Poder es poder. Con frecuencia hemos escuchado o leído. Es un gran afrodisiaco para el ser humano y nuestros libros de historia, filosofía, religión y de política están atestados de luchas por el mismo.

No son pocos quienes piensan que han nacido para ostentarlo eternamente y lo persiguen sin reparar en medios. Otros lo buscan como puente de servicio a los demás. Para intentar que la justicia e igualdad prevalezcan.

El objetivo esencial del político es dar respuestas a las necesidades de los individuos de organizarse para tomar decisiones, ejecutar proyectos, cumplir objetivos, alcanzar metas, llegar a acuerdos y facilitar la vida en sociedad.

Un montón de estudios científicos, psicológicos, relacionan la ambición desmedida al poder con rasgos patológicos, que cuando llegan al extremo desembocan en una falta de contacto con la realidad, en un aislamiento progresivo y en una obsesión por la autoimagen.

Las personas de ambición obsesiva con el poder piensan que los demás son excesivamente buenos, excesivamente inteligentes, hábiles, tanto que tienen que reconocer su superioridad.

Son entidades engreídas, poseídas de sí mismas, de su propia valía. Se creen ser dueños de la verdad absoluta, fuera, por encima, de las limitaciones humanas.

Desde la misma fundación de la República, Pedro Santana y los hateros, Horacio Vásquez (1924-1930) y Rafael Leónidas Trujillo (1930-1961), sentaron precedentes.

El poder es asumido por sectores que desde las sombras se arriman al candidato con mayores posibilidades. Hacen sus apuestas. Se agrupan de acuerdo a la naturaleza de sus intereses. Y entienden que los aportes hechos al proceso son derechos adquiridos.

Mientras esto ocurre el poder de una auténtica soberanía, no únicamente territorial, sino también, económica, de saberes y desarrollo, se nos escurre entre los dedos.

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