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Retos presentes y futuros de la Republica Dominicana

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SANTO DOMINGO.-Son las 6:00 de la mañana de un lunes cualquiera de la agitada vida de Lisa Suarez. Aún no ha salido el sol, pero ya ella ha preparando el desayuno a sus hijos, les arregló la ropa de la escuela y está terminando de vestirse para marcharse a su lugar de trabajo. Se le está haciendo tarde, pero rehuye el momento de despedirse de sus dos pequeños de 10 y 6 años, a quienes deja con unos familiares.

“Los quiero mucho, cuidense y portense bien”, dice la madre a sus pequeños con cara de desencanto y preocupación, y con razón, los volverá a ver dentro de una semana.

La señora, de 35 años, trabaja limpiando una casa de familia, faena que conlleva hasta 12 horas de trabajo diario, practicamente sin descanso, sin pago de seguro médico, bonificaciones, ni pensión, y para colmo, sin un sueldo que retribuya su trabajo.

“Este es un trabajo muy duro, no solo porque tengo que encargarme de todo, sino porque solo veo a mis hijos un día y medio los fines de semana”, narra la madre soltera. “Lo peor es que tanto sacrificio no da para nada, porque los 6,000 pesos que gano no me dan para cubrir el transporte, alimentación y cuidado de mis hijos. Y ay de mi cuando se enferta uno, tengo que buscar dinero prestado”, agregó.

Como Lisa, más de la mitad de los trabajadores dominicanos se encuentran encacillado en esa misma situación, lo que se conoce como trabajo informal, un alma de doble filo que afecta al propio empleado, al fisco y a la seguridad social.

Cada vez son más y ganan menos

Según la Encuesta Nacional de Fuerza de Trabajo, en 2011 la tasa de desempleo ampliada era de 14.6% y habían tres millones 847 mil 178 personas ocupadas, de los que dos millones 244 mil 786, o sea, cerca de un 58%, laboraban en algún trabajo informal, ganando un salario promedio de 67.10 pesos por hora (casi 22 pesos menos que un emplado formal).

El trabajo informal o la informalidad se interpreta de varias maneras. La Organización Mundial del Trabajo (OIT) considera que ese fenómeno se refiere a las actividades productivas no reguladas por las autoridades públicas, cuyos trabajadores generalmente carecían de los beneficios establecidos por la legislación laboral (pensiones, seguro médico, etc).

Sin embargo, el Banco Central de la Republica Dominicana incluye en ese grupo a los asalariados que laboran en establecimientos de menos de cinco empleados, a los trabajadores por cuenta propia y patrones en los grupos ocupacionales: agricultores y ganaderos, operadores y conductores, artesanos y operarios, comerciantes, vendedores y trabajadores no calificados, trabajadores no remunerados y servicio doméstico.

Esta definición parte del supuesto de que los tamaños de las unidades productivas y la categoría laboral de los individuos tienen una cercana relación con el grado de precariedad del trabajo, según explica el estudio “La informalidad en el mercado laboral urbano de la Republica Dominicana”, elaborado por el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo, el Banco Central y el Banco Mundial.

Bajo el criterio de la seguridad social, el informe indica que alrededor de 65% de los trabajadores urbanos de la Republica Dominicana son informales porque no se encuentran cotizando para la vejez. Pero desde la otra perspectiva los ocupados y ocupadas urbanas informales son cerca del 50%.

¿Cómo ha aumentado?

La informalidad laboral ha crecido a un ritmo de 3.14% anual en la última década (casi dos veces más que el trabajo formal) ante la incapacidad que ha demostrado el crecimiento económico del país para convertirse en una fuente de creación de empleos formales.

Según el economista Isidoro Santana, eso se debe a la decadencia de la industria, la agricultura, el menor ritmo de aumento del turismo y de algunas actividades productivas.

“También se debe a un sistema tributario complejo que hace que los agentes económicos tengan dificultades para registrarse”, señala el economista Nelson Suarez.

Eso se refleja en los datos del Banco Central de la República Dominicana, que indican que la cantidad de ocupados en ese sector pasó de un millón 597 mil 290 en el año 2000 a dos millones 244 mil 786 en el 2011. Mientras que en ese mismo periodo los empleados formales subieron de un millón 404 mil 855 a un millón 686 mil 001.

Lo más sorprendente es que el crecimiento de la informalidad se ha dado en una década donde la economía local ha crecido a un ritmo promedio sobre el 7% anual. Pero como afirma el “Estudio Económico de América Latina y el Caribe”, realizado por la Comision Economica para America Latina y el Caribe (Cepal), eso debe a que República Dominicana muestra uno de los niveles más bajos de correlación entre el crecimiento Producto Interno Bruto (PIB) y los cambios en la tasa de ocupación; y sólo presenta mejores resultados que Colombia, Perú, El Salvador, Honduras y Bolivia.

Pero en la región, el nivel de informalidad del pais (58%) solo es superado por Honduras, El Salvador y Colombia, de acuerdo al Reporte Mundial del Trabajo de la OIT 2012.

“Este es un tema muy preocupante, que el Estado debe enfrentar lo más pronto posible porque si seguimos así cada vez habrá más informales que formales”, dijo a El DIA, el vicepresidente del Centro Regional de Estrategias Económicas Sostenibles (CREES), Ernesto Selman.

Implicaciones del trabajo informal

Los trabajadores y trabajadoras informales laboran, por lo general, una menor cantidad de horas por semana, reciben menores ingresos por hora y trabajan en actividades secundarias con menor frecuencia que sus contrapartes formales.

En consecuencia, entre 35% y 45% de los trabajadores informales recibe un ingreso laboral inferior al salario mínimo, indica el estudio “La informalidad en el mercado laboral urbano de la Republica Dominicana”. Precisa que mientras el ingreso ocupacional promedio de los informales fluctúa alrededor de RD$8,000 por mes, el ingreso mensual de los formales se coloca en alrededor de RD$14,000 mensuales.

El documento reveló también que cerca de 56% de la población encuestada declara no hacer absolutamente nada como preparación para la vejez; algo más de un cuarto de la población dijo estar ahorrando y alrededor de un 20% declaró que su vejez dependerá de la manutención provista por los hijos e hijas.

“Y como saco yo algo de lo poco que gano para cotizar si es que no me da bien ni para comer. Cuando estoy cerca del cobro de la quincena muchas veces tengo que pedir dinero prestado para ir trabajo”, respondio Lisa, al preguntarle los motivos por los cuales no ahorra nada para su vejez.

Pero hay más diferencia. El economista Isidoro Santana cita que los trabajadores informales no cotizan a la Seguridad Social y los únicos impuestos que pagan al fisco son aquellos indirectos (como el ITBIS), por lo tanto su presión tributaria es la mitad menor que la de los trabajadores formales.

A finales de 2009, de cada 100 personas en la Población Económicamente Activa (PEA), apenas unas 52 estaban afiliadas al sistema de Seguridad Social y sólo cerca de 26 estaban aportando recursos. Mientras los cotizantes representaban cerca de 31% de la población ocupada, de acuerdo a calculos del economista Rolando Guzman.

Como no cotizan, esos empleados no tienen ningún tipo de protección de seguridad social, ni derecho a recibir seguro de salud, prestaciones laborales, pensiones, ni cualquier otro beneficio que figure en el Código de Trabajo, según destacó a este diario el presidente del Consejo Nacional de Unidad Sindical (CNUS), Rafael Abreu, y la sindicalista Mayra Jiménez.

“Eso convierte al trabajador informal en una especie de carga para la sociedad que no le da respuesta a la necesidades que esa persona tiene cuando llega a la vejez y no tiene capacidad para laboral”, manifestó Abreu, tras criticar que el Estado no haya podido acudir en auxilio de esa gran masa de empleados.

Un ejemplo viviente de lo que pasa en la vejez de un trabajador informal y que si no s da un cambio le pasara a Lisa Suarez, lo protagoniza Manuel Antonio de Peña, un anciano de 82 años, que luego de pasarse toda la vida trabajando no consigue ni siquiera una pensión de supervivencia.

“Hace 20 años que deje de trabajar porque sufri de una enfermedad que no me lo permite y desde esa fecha vivo de la caridad y con la ayuda de un hijo. No he logrado que me asignen una pensión aunque sea para comprar mis medicamentos”, comentó el viejo hombre, mejor conocido como Pipi Peña.

¿Qué se puede hacer?

El trabajo informar solo se puede atacar a través de la creación de empleos de calidad para lo que se requiere que el Gobierno apoye a los sectores productivos. Así lo consideró la presidente de la Asociación de Industrias de la Republica Dominicana (AIRD), Ligia Bonneti de Valiente, quien aportó que los industriales tienen la meta de crear 300 mil empleos en los próximos cinco años. Pero ese objetivo está sujeto al cumplimiento de varios requerimientos por parte del Estado dominicano.

De su lado, Ernesto Selman plantea que para aminorar el tema de la informalidad el Estado debe propiciar la creación de un sistema tributario simplificado con tasa única y baja para motivar a los no contribuyentes a pagar impuestos.

Asimismo, el sindicalista Rafael Abreu, cree que el Gobierno puede contribuir a mejorar la protección de los empleados informales por medio al inicio del sistema contributivo-subsidiado de la Seguridad Social.

Considera que ese régimen (que funciona con el pago de una parte de la cotización al sistema por parte del Estado y la otra por el trabajador) puede comenzarse a aplicarse por sectores que ya tienen una mínima organización, como los taxistas, motoconchistas, y otros.

El nuevo presidente de la Republica, Danilo Medina, también lo tiene claro. En su discurso de toma de posesión afirmo que trabajara para crear 400 mil empleos dignos en los próximos cuatro años.

De esa manera se puede ir poco a poco organizando el sistema y brindarle a los miles de trabajadores informales como, Lisa Suarez y Pipi Peña, la oportunidad de llegar a un retiro digno, más humano y con menos preocupaciones.

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