Los dominicanos nos enfrentamos a grandes retos en el futuro cercano y en el mediano plazo. El primer gran reto lo representa el certamen electoral programado para el 5 de julio.
El país necesita un proceso revestido de tanta transparencia que los resultados sean asimilados por la población, aunque los actores que pierdan recurran al ya tradicional cuestionamiento de resultados que les son adversos.
Es importante que la población entienda que los resultados finales son la expresión de los que acudieron a votar.
Esto así porque, en caso de ser necesario, tendríamos otro proceso de votación 20 días después para una segunda vuelta.
Tiene mayor relevancia porque ese proceso producirá un cambio de administración en medio de una pandemia en curso y una crisis económica derivada de las medidas adoptadas para contener la propagación del Covid-19.
El segundo gran reto es el económico.
Quien asuma la Presidencia de la República a partir del 16 de agosto requerirá de un concierto de voluntades tan amplio que sólo sería posible conseguirlo con mucha sabiduría, tacto y un ambiente previo adecuado.
La economía está lesionada y necesariamente se deberá recurrir al gasto público para alentarla, con una odiosa carga de endeudamiento externo.
Parece que tendremos un Congreso Nacional mucho más diverso que el actual. De ahí que el entendimiento pleno de la situación y la buena voluntad del liderazgo nacional serán indispensables para la toma de decisiones adecuadas y oportunas.
La próxima administración requerirá de mucho apoyo, quizás mayor que el logrado por sí sola en los comicios.
Por tal motivo, resulta sabio que desde antes de los comicios el país tenga claro cuál camino debe transitar para enfrentar los retos planteados por las consecuencias de la pandemia del Covid-19-
