
En el polvoriento segundo piso de una vivienda en el centro de Río de Janeiro hay un grupo de soldados retirados y casi completamente olvidados.
Tienen aproximadamente 70 años y se reúnen mensualmente para tratar de completar una "segunda misión" que ya dura décadas: conseguir reconocimiento y compensación financiera por lo que les tocó vivir y enfrentar en República Dominicana a mediado de los años 60.
José Carlos Teixera es uno de ellos. Solo tenía 19 años de edad cuando aterrizó en Santo Domingo, la capital de República Dominicana, vistiendo su uniforme militar y armado hasta los dientes.
Y, entre 1965 y 1966, unos 4.000 soldados brasileños, en su mayoría jóvenes reclutas, siguieron la misma ruta que Teixeira como miembros de una fuerza de paz enviada por la Organización de Estados Americanos (OEA) al país caribeño.
"Éramos jóvenes, de 18 a 19 años. No teníamos ninguna experiencia militar y la gran mayoría ni siquiera teníamos un mes en el ejército", recuerda Teixeira.
Operación Power Pack
En ese entonces, República Dominicana atravesaba un período de profunda inestabilidad política tras el asesinato en 1961 del gobernante de facto Rafael Trujillo.
