Reforma a la ley de libertad de expresión
A veces es preferible reír ante el absurdo, aunque sea parte de un falso debate nacional. La mentira se abre paso con una facilidad espantosa, sea por maldad o ignorancia.
Se entendería que los comentaristas de titulares, los cazadores de likes o los analistas de la superficie suban a las tablas sin haber leído el libreto.
Pero pretender generar debates de políticas públicas sólo de oídas no se corresponde con las responsabilidades de líderes de cualquier renglón público o privado.
El Senado de la República ha sido apoderado de un proyecto para modernizar la ley sobre libertad de expresión y difusión del pensamiento en virtud de que la vigente data de 1962 y la misma fue una copia de una legislación francesa del siglo XIX.
Algunos han querido generar un falso debate partiendo de supuestos que no están en el proyecto y alegando contenidos inexistentes.
El proyecto sometido por el Poder Ejecutivo ha sido fruto de un amplio debate en el que participaron representantes de numerosos sectores sociales, no sólo periodísticos, pues la libertad de expresión es un derecho humano.
El Senado tiene la oportunidad de enriquecerlo y volver a escuchar a todo el que tenga algo que decir sobre lo propuesto, pero que bajo esa excusa no lo deposite en una gaveta.
Nuestra ley sobre libertad de expresión requiere ser modernizada y ajustarla a nuestros tiempos y necesidades para que todos nos sintamos protegidos.
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