Realidad y simulacion

Realidad y simulacion

Realidad y simulacion

Un libro que siempre me ha provocado una contradictoria fascinación es el titulado “22/11/63”, fecha en que fue asesinado el presidente John Kennedy, del estadounidense Stephen King.

Un buen punto de partida para comparar el presente con el pasado.

Este autor no es de mi particular interés, aunque he leído muchos de sus libros. Su evidente éxito radica en el tratamiento del terror, en las angustias que nos provocan lo misterioso, lo desconocido, los peligros que nos avizoran desde las sombras, tanto en el presente como en el futuro.

La trama se fundamenta en el magnicidio. Y es, a la vez, un estudio pormenorizado de cómo era el mundo en esos entonces.

“22/11/63” ha sido descrito como “un viaje maravilloso al pasado”. “Durante casi 900 páginas se nos ofrece un impecable retrato social, político y cultural del final de los años cincuenta y principios de los sesenta. Un viaje como este nunca ha sido tan creíble ni tan terrorífico”.

Hans Paul Wise Delgado, en su muy leído libro “Trujillo, amado por muchos, odiado por otros y temido por todos” incluye un informe del “Intelligence Digest”, de los servicios de espionaje ingleses sobre el área del Caribe unos pocos años antes de la muerte de Kennedy.

En dicho documento se describe el panorama reinante en dicha zona como “una situación cada vez más seria”, por tratarse de un espacio geográfico estratégicamente importante “y por encima de todo, esencial para la seguridad de la gran potencia que son los Estados Unidos”.

Hay en ese singular libro algunos detalles que llaman la atención. Por ejemplo, Wise se refiere en el capítulo 74 a “Trujillo y las drogas” y manifiesta que el dictador “fue implacable en la lucha contra esa actividad ilícita, razón por la cual no llegó a echar raíces en nuestro país, sino hasta después de su muerte.

En ese sentido fue duro y severo”.

Este libro, dice la periodista Zaidy Zouain, “nos lleva atrás, cuando muchas avenidas y calles, aunque ya había casonas enormes, no se habían asfaltado, y en los alrededores donde hoy hay amplias avenidas solo había campos o trillos”.

Expresa que “fotografías, cartas inéditas recortes de prensa y viejas tarjetas de invitación enriquecen sus descriptivas páginas”.

Robert D. Crassweller, autor de “Trujillo, la trágica aventura del poder personal”, se refiere a lo que denomina “el ocaso del poder”, o los años finales del dictador, y a este respecto nos describe el entorno que rodeaba su régimen: “la marea histórica y social asumía una tendencia fuertemente contraria”, “enemigos implacables se alineaban”, “las exigencias de la seguridad militar habían embotado la economía”, “las relaciones con los Estados Unidos se encontraban en una fase peligrosa”, “la corrupción y el soborno estaban a la orden del día”, mientras “El Jefe” “vivía inmerso en una temerosa confusión de conspiraciones”.

Señala, a seguidas, que “el gobierno parecía ser presa del pánico”, gracias a lo cual “fueron literalmente millones los montos gastados para proceder a una extraordinaria ampliación de los servicios de policía e inteligencia”, debido a lo cual “se despilfarraba dinero como si el Tesoro, fuese inagotable”.

En estas circunstancias “el régimen estimó que era imperativo fortalecer sus bases por medio de todo lo que contribuyera a seducir el ánimo de las gentes”.

Se hacía “masiva publicidad en torno a los programas gubernamentales” y “con más ruido que intención seria se anunciaron otros proyectos y planes para el fomento social y económico”, todos ellos simples “recursos propagandísticos”.

“Las medidas de política interna fueron tan extrañas que rayaron en lo fantástico. La comedia, una de las pocas armas que le quedaban al régimen, aparte de la fuerza física, fue utilizada como nunca antes lo había sido, de manera vacilante pero profusamente. Un aire de nebulosa irrealidad se cernía sobre el país.

Una simulación sucedía a otra. Todo se disfrazaba. Tan pronto se arrancaba una máscara, otra aparecía debajo y así sucesivamente…”



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