Nadie pone en dudas que la crisis sanitaria impulsada por la pandemia ha generado la peor debacle económica por la que está  atravesando la economía a escala planetaria en los últimos 100 años. La actual crisis económica en desarrollo tiene su mayor contundencia cuando ya se tiene con claridad que en el presente 2020 el crecimiento económico será una ilusión en 170 países del mundo, ya que solo 24 países podrían exhibir un nivel aceptable en la expansión del PIB.

China se proyecta como la única economía grande que tendrá un crecimiento aceptable si se pondera la expansión de 1,9% del PIB, pero ralentizado si se compara con el crecimiento de 9,1% promedio que esta había alcanzado en las últimas dos décadas. En el caso de América latina preocupa que ninguna economía terminaría creciendo, lo que será alarmante ya que esto se traduce en una profundización de los niveles de desigualdad y calamidades.

El hecho de que la economía global cierre el 2020 con una caída de -4,4 %, permite inferir que las perturbaciones en las diferentes economías del mundo será la gran incertidumbre con la que el mundo inaugurará la llegada del 2021. Desde ya se debe estar preparado para un año de una economía ampliamente desequilibrada y llena de complejidades e incertidumbre, lo cual es una mala noticia para Latinoamérica, máxime si finalmente la economía norteamericana termina el 2020 con una contracción de -4,3 % y la zona Euro 8,3%.

Dado que las cifras pronosticadas son aceptadas por todos los organismos multilaterales y regionales, parecería inverosímil que en el 2021 desde ya se adelante y se hable de un repunte económico que se expresaría en una expansión por el orden de 5,2 %. China, la zona Euro y EE. UU sería las economía que asumen la delantera con un crecimiento del PIB de 8,2 %. 5,2 % y 3,1 %, respectivamente.

Es cierto que los gobiernos del mundo han realizados grandes esfuerzos para impulsar la recuperación económica mundial y que la energía que se desplegaron, parecía que todo retornaría a la normalidad en el corto plazo, pero cuando la salud es un desafío día a día, las medidas económicas no surten los efectos esperados en lo inmediato. Los 9 meses en que se vive en medio de la pandemia, ninguna economía puede mostrar crecimiento sino desaceleración, lo que en los hechos es el peor trauma económico y humano que se ha padecido en todo el año, sin precedentes.

Obviamente, la pérdida de empleos ha sido la otra variable macroeconómica que más ha perturbado la dinámica económica global, aunque la hecatombe ha sido generalizada y desesperanzadora para el progreso mundial. Los bancos centrales del mundo han puesto en ejecución todas las medidas e instrumentos monetarios disponibles, pero la economía parece no asimilar los antídotos monetarios para frenar el derrumbe económico, lo que pone en evidencias que hay que incrementar los ataques hacia la causa principal de la crisis, el Covid-19.

A los economistas le sigue preocupando que tan dispuestos estarían los gobiernos de los diferentes países para continuar la ruta de endeudarse sin poner un freno para evitar consecuencias incalculables en el corto y mediano plazo. Otra inquietud de los estudiosos y académicos de la economía, es la sostenibilidad de los estímulos fiscal y el asistencialismo ya que los gobiernos que decidan suspender los mismos deben de preparase para enfrentar ciertas dificultades políticas, y por eso es la inquietud acerca de quien diseña el milagro económico, ante los riesgos potenciales perceptibles ante una crisis que no parece tener un final.