Querida libertad

Querida libertad

Querida libertad

Ana Blanco

Una de las ventajas de sumar varias décadas es que tienes la posibilidad de comparar. Tienes la experiencia suficiente acumulada, te has equivocado ya muchas veces y has acertado otras tantas, por lo tanto, cuando analizas algo, tienes la capacidad de razonar comparando y de esa forma llegar de una manera más sólida a una conclusión.

Digo esto porque me impresiona cómo todo el mundo opina fácil y categóricamente sobre las cosas sin hacer el más mínimo esfuerzo por ir más allá de lo obvio.

Tengo mis opiniones muy claras sobre muchas cosas, eso no quita que siga haciéndome preguntas y tratando de entender posturas diferentes a las mías. Pero lo que me ocurre a cada rato es que me encuentro con personas que se creen poseedoras de una verdad absoluta y, por lo tanto, no solo intentan convercerme sino imponérmela y no entran en diálogo o razón.

Ahí es que, confieso, sale mi lado más rebelde porque no permito que nadie me imponga nada, de la misma manera que yo no trato de imponer aquello que pienso.

He aprendido que la paciencia es una gran virtud, aunque muchos confundan esos silencios y prudencia con desconocimiento y hasta con indiferencia y, ante eso, aún con más fuerza, hagan gala de que su opinión es más válida que la mía.

Soy firme defensora de la libertad de ida y vuelta, la misma que quiero para mi, la quiero para los demás. Pero hoy las personas se apropian de la libertad y la usan solo para querer controlar, manipular y de nuevo imponer.

Tantas personas que se llenan la boca hablando de respeto, solidaridad, empatía y libertad y solo son válidos cuando ellos lo usan, pero coartan con fuerza a quien osa pensar o actuar diferente. Ahí hemos retrocedido.



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