¡Que ya es hora!

¡Que ya es hora!

¡Que ya es hora!

Cuando a mediados de marzo de 2020 fue anunciada la paralización de las actividades económicas y administrativas que no fueran indispensables para la alimentación, la marcha mínima de administración pública o la salud, también fueron cerradas escuelas y colegios que avanzaban hacia el final de un año escolar sobre el que hasta ese momento no pendía amenaza alguna.

Dieciocho meses después vuelven escuelas y colegios a recibir a los estudiantes, un hecho que puede ser considerado la tercera gran opción por la apertura.

La primera fue, sin duda, la adquisición de vacunas, y la segunda, la eliminación práctica de las restricciones de la movilidad a pesar del estado de emergencia.

Desde hoy la escuela recibe a más de 2 millones 800 mil estudiantes, a los que deben ser sumados unos 100 mil profesores y personal administrativo, lo que implica un notable aumento en el número de vehículos y personas en calles, avenidas y carreteras.

En los grandes conglomerados humanos como el Gran Santo Domingo y Santiago pueden vivirse momentos verdaderamente críticos alrededor de las horas de entrada y salida de los centros de estudio.

Sin embargo, no todo es negativo. La vuelta a clases en la modalidad presencial también trae alegrías, particularmente para la expresión más vital de la población dominicana: niños y adolescentes.

Antes de este momento cumbre que anuncia la vuelta en firme a la cotidianidad prepandémica hemos visto convertidos en muro de lamentos los puestos de libros, así como las áreas de tiendas dedicadas a la venta de uniformes y mochilas. Este ha sido, en verdad, un claro indicio de la vuelta a la normalidad.

Y como a muchos de los millones de estudiantes que empiezan hoy el retorno a las aulas hay que moverlos o llevarlos de algún modo, esperamos que la Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre, la conocida DIGESETT, tome tantas previsiones como sean necesarias para evitar el temido colapso del tráfico.



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