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¿Qué es más costoso?

¿Qué es más costoso?: tu bienestar o una vida en la miseria. Me llama la atención cuántas personas dicen querer estar mejor, lograr abundancia, sanar heridas que no les permiten avanzar, formar parejas duraderas y amorosas. Sin embargo, esas mismas personas se contradicen cuando llega el momento de invertir en los procesos que pueden desbloquear esos caminos de liberación.

Quieren el fruto, pero no se atreven a sembrar la semilla. También es frecuente encontrar personas que desean mejoría para sus hijos, hermanos, parejas e incluso padres, en quienes identifican zonas que necesitan ayuda pero no ven sus propias implicaciones.

No comprenden que ellos son la llave para abrir las puertas de sanación para que esos seres queridos inicien sus propios procesos hacia la sanación. Sanar nunca es un acto individual: es un movimiento que libera a todo el sistema familiar.

El costo de no sanar se refleja en relaciones rotas, en enfermedades que se originan en el estrés y en generaciones que repiten la misma historia. Lo barato de “no invertir en mí” resulta carísimo cuando vemos sus efectos a largo plazo.

Porque nadie vive en aislamiento: nuestro dolor no resuelto se filtra en cada palabra, cada decisión y cada vínculo.

Sanar, en cambio, es sembrar. Es invertir en amor propio, en paz, en la posibilidad real de vivir diferente y de entregar a quienes amamos una herencia limpia de cadenas invisibles.

Recomendaciones precisas: identifica qué áreas de tu vida llevan tiempo pidiéndote atención. Da el primer paso: pide ayuda profesional, inscríbete en un taller, atrévete a mirar hacia dentro. Recuerda: al sanar tú, también sanan los que te rodean.

Lo verdaderamente costoso no es pagar por tu sanación. Lo más caro es vivir en la miseria emocional y heredarla a quienes más amas.

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