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Teo, el tesoro de Priscila Rivera: Una madre llena de amor

Edilí Arias Por Edilí Arias
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📷 Priscila Rivera contó a el Día sus experiencias como madre. Foto José de León.

Santo Domingo.- Cuando vi el positivo, no lo podía creer. Hasta que la doctora al leer los resultados por WhatsApp, me dijo: ‘Pri, ¡estás embarazada!’. Así comienza la historia de Priscila Rivera al enterarse de que su tan anhelado hijo estaba en camino.

Visiblemente emocionada, relató a El Día que, después de recibir ese mensaje, no pudo decir nada más.

‘Empecé a llorar, a llorar sin parar. Me da mucha gracia pensar en ello porque pedí tanto a Dios’, confiesa.

«Es difícil describir lo que se siente en ese momento. Es una mezcla de emociones que, aunque llenas de felicidad, también generan una extraña incertidumbre».

«Teo no llegó de forma inesperada».

A sus 40 años, Priscila Rivera, la histórica ex capitana de la selección nacional de voleibol femenino de República Dominicana, ha descubierto una nueva forma de amor, una más profunda y transformadora: la maternidad consciente.

Priscila abraza la maternidad con sus luces y sus sombras.

Hoy, alejada del bullicio de las canchas y los himnos de victoria, Priscila vive una etapa diferente, marcada por la ternura y aprendizaje.

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“Estoy enamorada de mi hijo”, dice sin rodeos. Se refiere a Teo, su bebé de un año, a quien llama con devoción su “regalo divino”.

No hay sombra de duda en sus palabras. La misma entrega con la que lideró a “Las Reinas del Caribe” por dos décadas, con la que ganó medallas en Centroamericanos, Panamericanos y Copas Panamericanas, es la que hoy dedica a su pequeño campeón.

El parto no fue fácil. Ni para ella ni para Teo.

Entre sollozos contó que Teo no llegó de forma inesperada. Fue pedido. Clamado. Soñado. “Se lo pedí a Dios de mil maneras, y me lo concedió”.

La excapitana la selección nacional de voleibol femenino de mayores conversa con la periodista Edilí Arias.

La reina que abrazó el voleibol por casi 20 años, cuenta que no todo fue color de rosas. El parto no fue fácil. Ni para ella ni para Teo.

Ambos debieron estar en cuidados intensivos. Priscila no pudo conocer a su hijo hasta el tercer día.

“Cuando me enseñaron las fotos, cuando por fin lo vi, el mundo se me paralizó. Lloré de inmediato. Él tenía 9 libras. Era tan grande, tan mío”.

La maternidad real: entre el desvelo y el amor

Priscila no romantiza la maternidad. La abraza con sus luces y sus sombras.

“Es alegría, tristeza, retos, aciertos, desaciertos. Es agotador”, confiesa. “Pero es un cansancio por el que le doy gracias a Dios. Porque es el que necesitaba para sentirme completa”.

Habla con franqueza de las noches sin dormir, de las preocupaciones constantes, del dolor físico que muchas madres callan. Y también de esa dependencia emocional, que reconoce sin culpa.

“Él todavía duerme en mi habitación. No porque lo necesite, sino porque yo no me he atrevido a dejarlo. Soy yo la pegada, no él”.

La conexión con Teo es mágica. Priscila le cantaba “Como yo te amo” del salsero boricua Ricky al vientre, y aún hoy, cuando la escucha, el niño sonríe como si entendiera. “Yo la cantaba pasándome la mano por la barriga. Él la reconoce. La conexión que hay entre nosotros es única”, dice, con los ojos brillantes.

Un vacío que no se llena, pero que enseña

Priscila fue madre joven, con apenas 18 años. Su hija Megan llegó cuando su carrera deportiva apenas despegaba, y la vida de madre y atleta se entrelazó con sacrificios.

“Viajaba mucho. Estaba en mi pleno apogeo con la selección”, recuerda. Esa distancia obligada por los compromisos deportivos le robó momentos, de esos que no se recuperan.

“No es un secreto para nadie que hace un tiempo perdí a mi hija”, dice con la voz firme, pero con un eco de dolor inevitable. “Esa es la parte negativa de la maternidad… cuando una madre pierde a un hijo, es como si perdiera una parte del alma”.

Habla de la fuerza que viene de Dios para seguir adelante, de cómo ese dolor se instala en lo cotidiano, y del proceso silencioso de aprender a vivir con la ausencia.

“Eso no se supera”, reconoce, “solo se sobrelleva”.

Un nuevo renacer

A pesar de todo lo vivido, Priscila se muestra plena. Estoy viviendo una etapa muy feliz. Me siento afortunada de tener esta nueva oportunidad. De criar, de estar, de mirar cada avance de mi hijo. Eso no lo tuve con Megan”.

Ese contraste entre lo que perdió y lo que hoy tiene le da a su maternidad un significado más profundo.

Sabe lo que cuesta. Sabe lo que duele. Pero también sabe lo que se gana.

Hoy, su casa no tiene canchas, ni redes, ni aplausos del público. Tiene juguetes en el piso, un biberón en la mesa, compota naturales hechas con el amor de mamá dentro de la nevera y un bebé que la alimenta simbólicamente a ella con el mismo amor que recibe.

“Él hace conmigo lo que quiere. Me camina por encima, me tira del pelo, me muerde un pie. Pero eso es lo que yo siempre quise”.

Priscila Rivera, la voleibolista que conquistó continentes, ahora conquista cada día la vida con Teo. No con medallas ni estadísticas. Sino con pañales, canciones, abrazos nocturnos y ese amor infinito que sólo entiende quien ha sido madre después del dolor.

“Teo es mi regalo divino. Es mi fuerza. Es mi segunda oportunidad de hacerlo bien… con todo el amor del mundo”.

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Edili Arias

Edilí Arias, periodista. Especialista en temas de salud.

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