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El Día Por El Día

La frontera debe ser siempre una prioridad, no importa qué tan tranquila pase a ser la vida diaria en Haití. Si no deja de ser una válvula para librar de presión política, social y económica a los líderes de la nación vecina, los haitianos nunca verán esfuerzos de sus líderes para ordenar su país.

De este lado es un deber hacer cuantos esfuerzos sean necesarios para tener un control aceptable de lo que entra y sale por esa vía.

Esto a propósito del anuncio de los titulares del Ministerio de Interior y Policía y la Dirección General de Migración, quienes, de visita el fin de semana en la fronteriza Dajabón, anunciaron el reforzamiento de la vigilancia y el de los controles de ingreso al país.

El paso masivo de haitianos tiene el agravante de la intervención de traficantes dominicanos, posiblemente de acuerdo con los que deben de estar haciendo su parte desde Haití.

Ningún control sanitario, social o de orden público será verdaderamente efectivo de este lado con el ingreso masivo de gente de la que no se tiene siquiera el nombre, una fotografía o un registro biométrico.

Todo lo que acompaña a la generalidad de estos inmigrantes es su necesidad de llegar a un lugar donde ganarse el pan sea posible, donde su vida no esté en riesgo en la vía pública o en sus propias casas y donde el acceso a servicios básicos no sea una excepción.

Desde el punto de vista humano, todas las expuestas en el párrafo precedente son razones de peso para la empatía y el apoyo; desde el punto de vista del Estado, es una irresponsabilidad.

Las debilidades de las condiciones de su país y la precariedad de su presencia, hace de la mayoría de estos inmigrantes personas bastante vulnerables, hasta desde el punto de vista del trabajo muscular, para el que se les requiere.

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