El retorno a clases presenciales en el presente año escolar será “más la sal que el chivo”, provocará un verdadero caos y acrecentará las dificultades de los estudiantes.

Quedan apenas semanas para concluir este ciclo y volver a la presencialidad requiere tantas acciones que no alcanzaría el tiempo y solo se lograría perder el tiempo que se puede aprovechar manteniendo la virtualidad.

No hay ninguna justificación para someter a los alumnos y a los profesores a ese estrés adicional cuando debieran concentrarse para terminar de la mejor manera posible lo que se empezó.

Lo que sí deben hacer las autoridades es empezar a prepararse para que el próximo año escolar sea presencial.

El avance que se espera del proceso de vacunación permite pensar en la posibilidad de una presencialidad del año lectivo que deberá iniciar en agosto o septiembre.

En vez de someterse a inventos de última hora y movido por la presión de intereses, el Ministerio de Educación debe dedicarse a preparar desde ahora los planteles escolares para que estén en condiciones de recibir a los alumnos.

La realidad es que la mayoría de los centros necesitan atención, pues la virtualidad obligó al Gobierno a prestarle más atención a plataformas tecnológicas y a la capacitación de maestros, relegando otros aspectos como son el acondicionamiento físico de las aulas.

Para muestra un botón. El Liceo «San Pablo Apóstol», del sector de Cristo Rey, ha mostrado la realidad de muchos otros planteles en el país: necesita reparaciones y mantenimiento para recibir físicamente a sus alumnos.

Si eso está ocurriendo con un plantel que está a cuadras de la sede central del Ministerio de Educación, imagine lo que ocurre en aquellos que están distantes.

Es un absurdo, un acto de populismo, plantear volver a la presencialidad en este año escolar, cuando lo que el sentido común manda es a esmerarse para el próximo periodo que inicia en agosto.